Mostrando entradas con la etiqueta dar de palos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta dar de palos. Mostrar todas las entradas

jueves, 5 de agosto de 2010

Encajar palos con prestancia


Si hay algo con lo que flipa mi legítima es con darme sustos a la hora del desayuno. Oye, oye. No puedes salir pitando ahora, ¿verdad? Y pitando salgo. Con calor tropical ya a las nueve de la mañana, me subo al niño a la bici y nos vamos para el instituto de nuestro pueblo donde los chicos del club de kendo -que son campeones de toda la región del Gran Tokio, o sea, expertos como nadie- le van a enseñar los rudimentos del deporte.

Lo mismo que los toros, el baile charro de mi tierra, las fiestas cutres de tirar cabras o tomates y tal; el zen, la ceremonia del té, el sumo y las demás chorradas tradicionales las tengo por engañabobos de turistas; pero hago una excepción: las artes marciales; el aikido, el karate o el judo, a las que si se les quitara toda la ceremonia tonta, el respeto al senpai, y baboserías de ese tipo, se convertirían en deportes de lo más recomendables para la salud del cuerpo y de la mente.

En fin, que me tiré toda la mañana viendo cómo mi peque se lo pasaba en grande dándoles de palos con toda su alegría a los chicos del instituto. Papa, me quiero apuntar al kendo, me dice con cara de velocidad cuando termina. Pero hijo, si ya haces fútbol, kung-fu... En fin, pues que haga kendo. Un deporte cuyo secreto consiste en recibir palos con elegancia, ¿qué mejor aprendizaje cuando se tienen los huesos -y el espíritu- aún tan tiernos?

Entradas populares

Vistas de página en total