Me envió Paco de la Vega un artículo hace tiempo que me pareció digno de comentar detenidamente. Siendo humano, uno tiene tendencia a repetirse, así que a lo mejor sería más prudente remitir al lector a uno mío antiguo.
Al hablar de lenguas tenemos que hacer un distingo: el idioma en su aspecto interno (sistema de signos) y el externo (realidad social). Del primer factor poco hay que decir: todas las lenguas son diferentes en sus detalles, pero idénticas en su cometido; cada una expresa el mundo del hablante con la misma precisión (o imprecisión). Por eso no podemos hablar de idiomas superiores o inferiores: teorías bobas como el que las lenguas celtas se ven abocadas a su desaparición a causa de una teórica complejidad gramatical son verdaderos sinsentidos.
Las lenguas regionales no excluyen a nadie: quienes excluyen son sus hablantes. El corso, el catalán o el calabrés podrían haberse convertido en la lengua del imperio americano sin ningún problema; los padres fundadores propusieron el griego antiguo como idioma de la nación. ¿Una locura? Igual que resucitar el hebreo que de tan buena salud goza. He conocido a algunos israelíes y ninguno me ha parecido tanatófilo. Yo mismo cada día escribo -mal- algunas líneas en latín y me lo paso pipa: a veces es la hora del día en la que más vivo me siento.
Hablar de salud en sentido estricto para un idioma es una imprecisión: los idiomas no tienen salud -ni biotopos- porque no son realidades biológicas, sino sociales. Cuando utilizamos esta metáfora a veces nos olvidamos de ello: de que es sólo una metáfora. Los jóvenes no enferman el idioma con sus usos, sencillamente expresan su deseo de diferencia, igual que lo hacen con el resto de sus signos sociales: el vestido, la música o sus normas de conducta.
¿El esperanto? Como todos los idiomas artificiales, un juguete precioso y, hoy en día, un entretenimiento exquisito para una minoría en la que el día menos pensado ingresaré. ¿Lengua cosmopolita e universal? Quien tal sostenga poco sabe de lingüística. El esperanto no es más que un nuevo dialecto indoeuropeo en todos sus aspectos. Si un hablante aborigen de lenguas australianas, africanas o de Sudamérica diseñara un idioma artificial con intención de que se usara globalmente a nosotros nos sonaría mostruoso y nos negaríamos a aprenderlo por antinatural. Personalmente para ese cometido prefiero el inglés, lengua no sólo del negocio, sino también de la ciencia y del cachondeo universal. Si me ponen entre la espada y la pared, entonces el klingon o el serafiniano me parecen alternativas mucho más interesantes.
20.11.2024 – Langsam Gesprochene Nachrichten
-
20.11.2024 – Langsam Gesprochene Nachrichten –
[image: Polizisten und Bürger in Haitis Hauptstadt Port-au-Prince haben
laut Behörden 28 mutmaßliche Banden...