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jueves, 1 de julio de 2010

Necesitando los huevos


Estaba a punto de dormirme cuando vibró el cristal de la ventana. Pensé "un terremoto"; pero no, era un lagarto: la luz atrae a los insectos, él los espera ahí y se da el gran banquete. Esa noche me dormí muy tarde: no podía quitar los ojos de sus movimientos, precisos, sigilosos, elegantes.

Al día siguiente se lo conté a mi legítima: "Los lagartos sólo salen por el día. Es una salamanquesa." Pues una salamanquesa. Todas las noches, puntual a nuestra cita, viene a mi cristal. Mientras esto escribo observo su abdomen contra el vidrio, sus patas de ventosa, su actitud vigilante. De vez en cuando se desliza sutilmente y atrapa uno de los habitantes de la noche.

En el fondo la mayor parte de nosotros somos como ella: para sobrevivir dependemos de la luz que ha encendido otro. Quizá nuestro hermano nos dé igual, pero necesitamos los huevos...


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