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domingo, 15 de agosto de 2010

No me des catequesis, que llevo chanclas

Zori japoneses de mi mujer
(con fragmento de mi dedo gordo)

Los japoneses tienen una tendencia enternecedora a pensar que, salvo la pólvora, hay pocas cosas que ellos no hayan inventado. Si se habla de juegos, ahí está la kendama japonesa, que se descubrió en varias partes del mundo al mismo tiempo; el ayatori japonés, al que jugaban, según parece, nada menos que los griegos antiguos; el origami japonés, tan viejo como la invención del papel por los chinos y así hasta el infinito.

Salvo el culto nacional, el shinto, por lo que yo sé, no hay ninguna manifestación propia de esta civilización insular -el koto, la escritura, el zen, el té japonés, por decir al azar algunas- que no haya entrado de China, directamente o a través de la península coreana, o que no se haya construido sobre fuerte influencia exterior.

Hace años, cuando me decían que motainai ("desperdicio") era un concepto que sólo existía en el idioma patrio -no hay casi ningún rasgo en la original lengua japonesa que no aparezca en alguna otra del mundo- yo era tan bobo de refutar a mi atribulado interlocutor con ejemplos sacados de aquí y allí. Resultado: cabreo de uso interno por parte del oyente nipón.

Estos días paso ya de catequesis. Si uno necesita sentirse diferente, allá él: buscará los atajos mentales que hagan falta para llegar a su destino. Por otra parte hay veces que hasta tienen razón, como cuando hablan del más genial de todos los inventos patrióticos, el zori japonés. ¿A que no os había contado que fueron precisamente los astutos nipones quienes idearon la alpargata? Es que no te acostarás sin saber una cosa más...


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