雨の日に
心が乾く
君を待つ
Ame no hi ni
kokoro ga kawaku,
Kimi wo matsu.
Día de lluvia,
el alma siento enjuta
mientras te espero.
el alma siento enjuta
mientras te espero.
In a rainy day
I feel my soul getting dry
while waiting for you.
I feel my soul getting dry
while waiting for you.
Bueno, ya he relatado en el anterior artículo en qué circustancias escribí esta madrugada aquel haiku. El que va ahora arriba, aunque más reciente de hechura, de origen es casi prehistórico. Hará unos cinco años, cuando me pasaba el día zurrándome a modo con la métrica castellana y no paraba de escribir sonetos y romances, me salió, entre unos y otros, cierta coplilla japonesa que decía:
Como se ve, contando las sílabas a la castellana cada verso resulta octosílabo. En japonés un poema compuesto por líneas de ocho, diez y siete caracteres hiragana -que es como se cuenta- no tiene ningún valor especial. Pero a mí (inevitablemente), me producía mucha gracia, sobre todo porque había sido el primero. Tanto que improvisé también una musiquilla ramplona para él (voz de bajo profundo con piano acompañante) que repetía machaconamente, hasta que mi dómina me mandó callar con el argumento de que a ella, como hablante nativa de la lengua nipona, cada vez que la escuchaba le rechinaban los oídos. En fin, que me hice cargo de sus sufrimientos estéticos y no volví a tararear el estribillo, sino en voz baja y estando bien seguro parapetado en el santuario de mi habitación.
Esta mañana, cuando he acabado el primer haiku, he pensado que sería buena idea el compensarle de sus sufrimientos antiguos y escribirle ahora otro poema que comenzara con las mismas palabras del odioso sonsonete, pero disfrutando de los beneficios de estructura y remate de la estrofa clásica. El original japonés me gusta mucho más que la traducción hispana: es que aquél goza de un nivel poético de ambigüedad con mucho superior al que la gramática romance le permite a éste. La necesidad de marcar el sujeto en el verbo (espero) dentro de nuestra lengua destruye mucho de su gracia.
Para que no quede nada sin decir en esta crónica de musas, referiré que el poema ha gustado mucho. Incluso, para mayor regocijo, afirma mi señora que de la matraca histórica aquella se ha olvidado por completo: El perdonar, de sabios; el olvidar, de dioses...
Ame no hi, ame no hi,
kimochi yoi koto yatta
anata to tomo ni.
("Día de lluvia, día de lluvia,
cosa de gustito hicimos
los dos tan juntos")
Como se ve, contando las sílabas a la castellana cada verso resulta octosílabo. En japonés un poema compuesto por líneas de ocho, diez y siete caracteres hiragana -que es como se cuenta- no tiene ningún valor especial. Pero a mí (inevitablemente), me producía mucha gracia, sobre todo porque había sido el primero. Tanto que improvisé también una musiquilla ramplona para él (voz de bajo profundo con piano acompañante) que repetía machaconamente, hasta que mi dómina me mandó callar con el argumento de que a ella, como hablante nativa de la lengua nipona, cada vez que la escuchaba le rechinaban los oídos. En fin, que me hice cargo de sus sufrimientos estéticos y no volví a tararear el estribillo, sino en voz baja y estando bien seguro parapetado en el santuario de mi habitación.
Esta mañana, cuando he acabado el primer haiku, he pensado que sería buena idea el compensarle de sus sufrimientos antiguos y escribirle ahora otro poema que comenzara con las mismas palabras del odioso sonsonete, pero disfrutando de los beneficios de estructura y remate de la estrofa clásica. El original japonés me gusta mucho más que la traducción hispana: es que aquél goza de un nivel poético de ambigüedad con mucho superior al que la gramática romance le permite a éste. La necesidad de marcar el sujeto en el verbo (espero) dentro de nuestra lengua destruye mucho de su gracia.
Para que no quede nada sin decir en esta crónica de musas, referiré que el poema ha gustado mucho. Incluso, para mayor regocijo, afirma mi señora que de la matraca histórica aquella se ha olvidado por completo: El perdonar, de sabios; el olvidar, de dioses...
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