"Me llamo Michiko, encantada". "Hombre, como la emperatriz". "No, se escribe diferente". Regla primera: los nombres -para fastidiar- siempre se escriben con caracteres diferentes. Así, el de Su Majestad, con los que significan "chica sabia"; el de mi amiga Michiko, "chica tres mil" y el de mi cuñada Michiko -mi suegra adora a Frank Sinatra-, "chica del camino". Pues a la inversa aún hay más: viendo un nombre compuesto en esos caracteres hasta el japoparlero nativo nunca estará seguro de su lectura. Si los profes somos capaces de pronunciar los de nuestros estudiantes es porque en la lista vienen pastoreados por su transcripción al hiragana o al katakana, los dos silabarios nacionales.
¿Qué hay en un nombre?, preguntaba el angélico tontito de Romeo. Cuando los sonidos de Michiko, Momoyo o Etsuko llegaron a evocarme el mundo delicado y sutil del alma femenina, comprendí que mi empatía por la cultura japonesa era ya un hecho probado. Cuando ese sentimiento acabó extendiéndose a Kako, Mako, Momoko, Mariko, Tomoko y Sarasa tuve que afrontar lo inevitable: mis naves quedaban arrasadas de por vida.
03.12.2024 – Langsam Gesprochene Nachrichten
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03.12.2024 – Langsam Gesprochene Nachrichten –
[image: Gegen den französischen Premierminister Michel Barnier wurde ein
Misstrauensantrag eingereicht.]
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Perdona la erudición. Pero es que eso de los nombres me ha traído a las mientes el mejor tratado que conozco sobre el asunto: The life and opinions of Tristam Shandy. ¿Cómo no iba a ser un tipo triste con ese nombre? Y, además, que en el preciso momento de su concepción, justo en el ápice del orgasmo del padre, su madre le interrumpió de tal manera: "pray, my dear, have you not forgot tu wind up the clock?" ¡Mujeres!
ResponderEliminarLo de los nombres es realmente un flipe. Lo más diferente con respecto a los del occidente y a los de los orientales es que éstos siempre conocen en significado de los suyos. Me imagino que pocas Anas saben del significado de "graciosa" o los Hipólitos fliparían si se les dijera del porqué de su nombre. El asunto más curioso es el de un fulano que quiso imponer a su hijo el de "Akuma" ("diablo"). El juez, con muy buen criterio dictó que el padre era muy libre de adoptar lo para sí si lo tenía a capricho, pero que para su hijo eligiera otro que no le marcara de por vida. De todo tiene que haber.
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