miércoles, 23 de marzo de 2011

Vicio por la radio

Sigo en cama, con menos tos y dolor de garganta, pero todavía con malestar general. Ayer casi me escuché todo el Quijote con mi iPod.

Cuando llegué a Japón a mediados de los noventa la única conexión que tenía con mi país -además de esas cartas que tardaban una semana en llegar- eran diez minutos de telediario español que ofrecía la NHK a las ocho y media de la mañana y el ejemplar de El País Internacional que me prestaba una compañera una vez cada siete días. Hoy con internet me escribo con mi familia y mis amigos sin tasa, puedo ver la televisión española como si estuviera allí y hasta -casi lo mejor- escucho Radio Nacional cuando y como quiero.

De todos los medios de masas la radio siempre ha sido mi vicio. No sé cómo he podido vivir tantos años sin escuchar esos programas maravillosos que hacen desde Madrid. Estoy convencido que no me mueve la nostalgia al decir esto: de las radios del mundo que conozco RNE es una de las dos mejores; la otra -obviamente- es BBC.

Pasear por el parque al atardecer mientras uno escucha A hombros de gigantes o In Our Time es un placer divino. Nunca podré explicarme cómo, mientras muchas cosas sin sentido cuestan tanto, placeres tan extraordinarios son gratuitos. Lo que menos vale es lo que más caro cuesta, dice mi madre. Y lo que más vale es gratis, añado yo. En este caso gran verdad es.


4 comentarios:

  1. No es lo mismo por supuesto, pero recuerdo perfectamente cuando por trabajo viajaba por los pueblos perdidos de Salamanca, Extremadura y Soria donde sólo se sintonizaba con facilidad RNE y me acostumbré a su forma de hacer radio y dejé de escuchar otras emisoras cuando podía hacerlo. Hoy, casi 15 años después, a penas escucho nada de RNE. Leyéndote lo he recordado.

    El mundo ha cambiado mucho, "ya no hay distancias" se suele decir. Veo como amigos emigrantes se pueden comunicar sin gasto con sus famliares al otro lado del mundo.

    Saludos Santiago.

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  2. A mi me pasó algo muy parecido. La primera vez que vine a Alemania a finales de los 90, el contacto con España era una llamada a la semana, cartas de las de verdad que se hacían esperar lo suyo y bajar a Nürnberg a comprar el Babelia. La segunda vez, hace unos años era ya otro mundo.
    También coincido en lo de la Radio, me encanta Melvyn Bragg!
    Unos de mis placeres matutinos es escuchar Discópolis a la que remonto en bici la cuesta que me lleva al trabajo. Lo de los podcasts es un invento maravilloso, y RNE la verdad es que lo hace muy bien: Como lo oyes, Videodrome, El ojo crítico…

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  3. Darco: Yo creo que sí es lo mismo; cuando uno sale de casa da igual que sean cien kilómetros o diez mil: todo es extraño (o no, depende de cada uno y de la circustancia). Por otro lado llega un momento en que te sientes en casa en un barrio de Japón y en el "extranjero" en tu barrio de la Vega. Hay veces que tengo que concentrarme para recordar que estoy tan lejos...

    Muchas veces despotricamos de lo propio, de los vicios de nuestro país (que tiene muchos), pero también me parece que es de ley ponderar lo bueno, como es el caso de RNE. Hay programas de música clásica (ya sabéis que soy flipao de la ópera) que son extraordinarios: no los tiene ni la BBC (o si los tiene te aparece la etiquetita de que no se puede oír en el extranjero).

    Marques: ¡qué afortunados somos en comparación con nuestros antecesores que emigraron hace cuarenta años! A esa gente sí que habría que hacerles un monumento por todo lo que sufrieron lejos de su tierra.

    Yo hay días que me siento casi más en España que en Japón. Estoy más al tanto de lo que sucede en mi país que mucha gente que vive allí... pero eso no es sustituto para la tertulia del café de media tarde o la cena hasta las tantas de un sábado. Menos mal que tengo mi tertulia con mis amigas de Tokio (soy el único hombre) antes cada semana y ahora cuando puedo. Si no, creo que no resistiría por aquí...

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  4. Yo me duermo arrullado por la radio hablada. El problema es que, entre semana, a la hora en que me acuesto, c. 00:00, en las emisoras españolas no hay más que fútbol o música, mas un programa cursilísimo en RNE1, sin el menor interés y que directamente me repele.
    La solución que he encontrado es una radio wifi portátil con la que puedo escuchar vía podcast y en diferido mis programas preferidos.
    Finalmente, anoto un defecto de los programas musicales de RNE: no incluyen información paralela sobre autor y título de la pieza que estén radiando (impresa en el display del reproductor), cosa que si ofrecen las radios públicas de otros países.

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