Quizá única reflexión que merezca la pena acerca del movimiento 15M sea la del Devorador de Patrias: La verdad del irritable y vanidoso que, por incapaz de cambiarse a sí mismo, quiere cambiar el mundo.
Cuando en mi juventud me puse a estudiar cosas de política, de economía, me asombró lo complejas que son estas disciplinas que no envidian nada a la física de partículas, digamos. Me convencí entonces de que, como la medicina, la ingeniería de puentes o aeronáutica, era algo que debíamos dejar a los profesionales. Muchos economistas lo son -profesionales-, pero por desgracia políticos, pocos; como sucede con los actores, hasta el fulano más tonto se considera dotado para ponerse delante de una cámara o subirse a un escenario, sea de teatro o de cualquier parlamento del mundo.
El movimiento 15M propone el alquiler asequible como arreglo para la penuria de habitación que sufre España. El hecho de que existan tantos pisos vacíos es simple: muchos de los poseedores de éstos temen el cansino y lento trámite al que se enfrentarían contra unos inquilinos que no pagan sus deudas y prefieren evitarlo dejando su inmueble vacío. La solución sería clara: agilizar el proceso de deshaucio de morosos. Sin embargo el 15M ¡apoya a los grupos que obstaculizan la legítima acción de la justicia en tales circustancias!
Hace unos días, en Twitter, una de las representantes del 15M, cuando le expresaba mi estupor por el hecho de que todavía nadie de su movimiento hubiera hecho patente su rechazo por la lacra más seria de nuestra democracia, el terrorismo, me respondía que ellos estaban contra el "terrorismo hipotecario". Le pedí explicaciones y, como no me las dio, formularé aquí una hipótesis: supongo que se refiere con ese término tan sonoroso al hecho de que gente que contrató su hipoteca en los años de vacas gordas ahora pierda el piso y sin embargo se vea obligada a seguir pagando los restos de su tarja, quedando más pobre que al principio. Parecería justo que esta deuda quedara saldada con la entrega de las llaves; pero si por ley eso fuera así, a cualquiera con unos rudimentos económicos no le es difícil ver las consecuencias: los bancos se blindarían ante esta contingencia y la posibilidad de acceder a créditos por parte de particulares y de empresas se haría más dificultoso aún. No es por otra cosa por la que el actual gobierno socialdemócrata no ha accedido a una propuesta tan populista: tendría efectos catastróficos.
Si hemos de meter en una nuez la causa de la crisis que vivimos, ésta se resumiría en lo siguiente: endeudamiento. Las administraciones públicas gastaron en diez años el producto de veintitantos de trabajo, sí, pero lo mismo hicieron los ciudadanos privados. En mayor o menor medida casi todos somos responsables de la insensatez de esos diez años, también los chicos de la Plaza o sus padres. La única solución sensata se resume en dos acciones: austeridad y promoción de la ciencia y el conocimiento. Hemos de solventar todo el gasto que promovimos -o dejamos promover- y hemos de formarnos de tal manera que nuestra sociedad sea mucho más dinámica, más creativa, para afrontar la penuria económica de los próximos años. Los pocos dineros que podamos retraer del pago de nuestras deudas -las deudas hay que pagarlas, lo siento- han de ir, en buena ley, a mejorar el único capital no fungible con el que cuentan las naciones: el de sus gentes.
Finalmente leo que el 15M propone una huelga general con el objetivo de oponerse a las tímidas reformas anteriores y como apoyo a la reducción de jornada laboral, al aumento de salarios y a un plan de inversión pública que reduzca el desempleo y solvente necesidades sociales. De dónde saldrán los fondos para la última exigencia no se explica, quizá porque esa explicación es imposible. Por otro lado, paralelamente a lo que sucede con el mercado inmobiliario, en el laboral los costes de emplear nuevos trabajadores retrotraen a los empresarios. La realidad es triste, pero no por ello es menos realidad ni tampoco por ello es más inteligente ignorarla que enfrentarla.
Las propuestas del 15M se corresponden en gran medida a las de Izquierda Unida. No se entiende muy bien el que, siendo ello tan explícito, este movimiento no se integre en la coalición y pida el voto en las próximas elecciones. Estas propuestas de mayor intervención en la economía por parte del estado, de mayor endeudamiento, producirían unos efectos catastróficos fáciles de ver: el infierno está empedrado de buenas intenciones. Lo más triste de toda esta circustancia es que, por lo que sé, ninguna voz autorizada desde el campo académico haya avisado de esta realidad: los adultos sensatos nunca deberían permitir que sus hijos jueguen con fuego...
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