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lunes, 25 de febrero de 2008

雨の日 Ame no hi



雨の日に
心が乾く
君を待つ



Ame no hi ni
kokoro ga kawaku,
Kimi wo matsu.



Día de lluvia,
el alma siento enjuta
mientras te espero.



In a rainy day
I feel my soul getting dry
while waiting for you.


Bueno, ya he relatado en el anterior artículo en qué circustancias escribí esta madrugada aquel haiku. El que va ahora arriba, aunque más reciente de hechura, de origen es casi prehistórico. Hará unos cinco años, cuando me pasaba el día zurrándome a modo con la métrica castellana y no paraba de escribir sonetos y romances, me salió, entre unos y otros, cierta coplilla japonesa que decía:

Ame no hi, ame no hi,
kimochi yoi koto yatta
anata to tomo ni.


("Día de lluvia, día de lluvia,
cosa de gustito hicimos
los dos tan juntos")


Como se ve, contando las sílabas a la castellana cada verso resulta octosílabo. En japonés un poema compuesto por líneas de ocho, diez y siete caracteres hiragana -que es como se cuenta- no tiene ningún valor especial. Pero a mí (inevitablemente), me producía mucha gracia, sobre todo porque había sido el primero. Tanto que improvisé también una musiquilla ramplona para él (voz de bajo profundo con piano acompañante) que repetía machaconamente, hasta que mi dómina me mandó callar con el argumento de que a ella, como hablante nativa de la lengua nipona, cada vez que la escuchaba le rechinaban los oídos. En fin, que me hice cargo de sus sufrimientos estéticos y no volví a tararear el estribillo, sino en voz baja y estando bien seguro parapetado en el santuario de mi habitación.

Esta mañana, cuando he acabado el primer haiku, he pensado que sería buena idea el compensarle de sus sufrimientos antiguos y escribirle ahora otro poema que comenzara con las mismas palabras del odioso sonsonete, pero disfrutando de los beneficios de estructura y remate de la estrofa clásica. El original japonés me gusta mucho más que la traducción hispana: es que aquél goza de un nivel poético de ambigüedad con mucho superior al que la gramática romance le permite a éste. La necesidad de marcar el sujeto en el verbo (espero) dentro de nuestra lengua destruye mucho de su gracia.


Para que no quede nada sin decir en esta crónica de musas, referiré que el poema ha gustado mucho. Incluso, para mayor regocijo, afirma mi señora que de la matraca histórica aquella se ha olvidado por completo: El perdonar, de sabios; el olvidar, de dioses...

富士に雪 (Fuji ni yuki)




富士に雪
我の胸には
ひが光り





Fuji ni yuki.
Ware no mune ni wa
hi ga hikari.



Nieve en el Fuji.
Muy profundo, en mi pecho
el su ampo brilla.



Snow on the Fuji.
Deep, very deep in my soul
The sun is shinning.



Ayer por la noche no podía dormir. Por ver si el ligero ejercicio hacía venir al sueño salí a la calle y el viento frío de la madrugada me despejó aún más. Entonces, brillando imponente la luna, con su reflejo invernal en el Fuji a lo lejos, el insomnio se convirtió en un breve paseo de exaltadora belleza. Aún tiritando el relente del alba, durante los cinco minutos de reposo del té de las primeras luces, me vino el haiku que veis arriba. Misterio es el que haya nacido precisamente tan diurno.

Cuando mi "santa" despertó se lo leí. Ella me sugirió el sustituir hi ga hikaru ("el fuego -o "día", o "sol"- brilla"), que era lo que había escrito yo, por hi ga hikari ("el brillo del fuego -o "día", o "sol"-"). Supongo que no hace falta enumerar todos los méritos poéticos de tan ponderada elección. Sencillamente incluyo el sustantivo, suprimo el verbo y, con este párrafo dejo claro de quién es el mérito principal del poema.

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