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jueves, 10 de julio de 2008

Por fin me siento comprendido




Desde que a los dieciséis años leí mi primera historia del cine siempre había querido ver esas películas antiguas de las que a menudo se habla pero que no aparecen por ninguna parte. Una de mis amigas, experta en la materia, me ha enseñado cómo copiarlas del internet, así que las he instalado en mi Ipod y las voy disfrutando en el tren, los martes por la mañana, cuando marcho a Tokio.

Esta semana levanté la vista de la pantalla y vi que un hombre de unos cincuenta y tantos, en mangas de camisa, con gafas redondas y corbata negra, de pie junto a mí, se tapaba los oídos con los dedos queriendo indicar que el volumen de mis auriculares era una molestia. Por un instante pensé que así sería, pero enseguida deseché esa opinión intuitiva: del aparato que uso es imposible que escape ni el más mínimo rumor; además, siendo yo mismo un friki de la salud auricular nunca me permitiría tanto exceso decibélico. El hombre siguió con su tonta mímica durante el trayecto completo y, aunque decidí ignorarle, no negaré que su actitud me irritó tanto que ya no pude concentrarme en ninguna maravilla visual. Por eso, cuando de vuelta a casa, en un vagón de metro me encontré con el cartel de la campaña de julio, mi corazón se sintió aliviado y comprendido. Muchas gracias esta vez, Gabinete de Comunicación del Servicio Metropolitano: si es que estáis en todo...






miércoles, 4 de junio de 2008

Altos retos del espíritu


Ya salió el cartel nuevo del mes de junio de la campaña del metro "Hazlo en casa". Comentarios huelgan. Fijaos en el pobre caballero del fondo. De sobra se le ve en la cara: demasiada aventura, demasiada tragedia y emociones lleva ya en su vida para que le venga ahora la chica del teléfono añadiendo (en susurros, seguramente) pizquitas de sal cotidiana. Si temas de conversación con su señora (¡La juventud ya no sabe comportarse!) le sobran: para eso está Kant, el teatro del absurdo, la teoría de supercuerdas, Schoenberg y sus estudios de armonía...
Qué os diré del Equipo de Comunicación del Metro que no sepáis, toda esta pobre gente cuyo única labor en la vida no es otra sino la suprema de aplicarse a reprimir millares de chicas desconsideradas como la del anuncio: ¡pero si ellos lo que de verdad anhelan es que, por falta de trabajo, la empresa los emplee en obras más perentorias para la humanidad sufriente, que los deje libres de perseguir su vocación auténtica, esa verdadera y singular llamada del destino a superar los más alumbrados retos del ser, del arte, del espíritu...! ¡Cómo se puede ser tan insensible!







viernes, 16 de mayo de 2008

Sección de calzado impermeable masculino


Regla número dos: en Tokio nunca te subas a un tren sin la fontanería desahogada; un suicida o un terremoto lo pueden parar por tiempo indefinido y adiós muy buenas. En la estación de Nihonbashi entro en el de caballeros, me planto y ¡pánico!: un rostro femenino me sonríe por encima del mingitorio. Justamente ahí ¡han instalado vídeos de publicidad!

Mientras continúo con el proceso de reciclaje de mis humores internos, embelesado miro la pantallita y comienzo a ensoñar. En el metro el que no se instruye... Teles que nos enseñan idiomas por los vagones, carteles que completan nuestra magra ilustración: "El dinero es más global que el inglés", nos advierte una revista de economía. Toma, más aún lo son las ratas, que inventaron la globalización hace milenios. "Hazlo en casa", afea otro afiche la trabajada costumbre de mozas casaderas de maquillarse en el tren. ¡Con todo lo que yo viéndolas he aprendido de la condición femenil! ¿Y los ronquidos y las posturas al dormir de algunos? El "Dúchese antes de subir al tren", ¿para cuándo?

"Disculpe, sería tan amable de dejar de contemplar la pantallita: mire cómo me está poniendo los zapatos". "Usted perdone, no volverá a suceder..."





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