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lunes, 27 de septiembre de 2010

"Te voy a dar una sorpresa"


Ya estoy de vuelta del Lejano Occidente. El viaje fue bien: sorpresivamente he acabado por superar mis miedos atávicos, no a volar, sino al apretujamiento que se sufre en la clase turista y pude hacer uso de todas esas amenities que nos ofrecen los vuelos intercontinentales.

Aunque ver a la familia después de tanto tiempo y disfrutar de la compañía de mi único sobrinito carnal, que no conocía, fueron cosas estupendas, lo mejor de todo, una alegría grande como pocas, fue ver a mi maestra Carmen Pensado mucho mejor de salud de lo que me habían contado mis corresponsales. Gracias a su esposo, mi profesor de lengua griega, Julián Méndez, pude disfrutar de un rato inolvidable junto a ellos y a su familia.

Para remate de la jornada, Carmen me regaló un ejemplar del libro homenaje que mi compañero de rumano, Fernando Sánchez Miret, ha editado con motivo de su jubilación, Romanística sin complejos, y Julián el que él y Paco Cortés prepararon en honor del Prof. López Eire Dic Mihi, Musa, Virum. "Te voy a dar una sorpresa", me dijo. Y bien que me la dio, porque en la introducción reproducen la breve nota que escribí en este blog con ocasión del fallecimiento de D. Antonio. Que me lean los humanos es un privilegio; que lo hagan mis maestros, un orgullo...



lunes, 6 de octubre de 2008

Un recuerdo emocionado


Paco Cortés y Julián Méndez escriben hoy en El País un obituario de D. Antonio López Eire. No he querido evitar incluirlo aquí, fundamentalmente porque nadie podría haberlo hecho mejor que estos dos extraordinarios discípulos del maestro. Del primero siento mucho no haber sido alumno en las aulas; del segundo sólo diré que, aunque recibí los tres suspensos más justos de toda mi vida académica (junio, setiembre y febrero) su asignatura fue una verdadera "adquisición para siempre". 






martes, 23 de septiembre de 2008

La muerte de un maestro



Me acaba de llegar la tristísima noticia de la muerte en accidente de D. Antonio López Eire. Al Prof. López Eire (y no en menor medida a su alumno, el Prof. Méndez Dosuna) debo uno de los regalos más preciosos que puede recibir un ser humano en los años mozos: la pasión por Homero. Ha pasado ya un cuarto de siglo, pero todavía recuerdo vivamente la atención exaltada con la que le seguía en clase, aquella forma tan brillante de recitar el texto original griego y después sus endecasílabos castellanos. Seguramente hoy el mejor homenaje que podamos hacerle sea releer aquella versión excepcional de la Ilíada. Descanse en paz.





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