Era yo aún muy niño y el otoño ya se me hacía la época del comenzar. Siento una emoción punzante si me viene a la memoria la tarde de ese octubre, muy antiguo, en la que comencé el bachillerato. Al salir de las lecciones, la brisa de la estación acariciaba nuestras pieles y, contra el cielo de la tarde, se iban encendiendo los primeros faroles del crepúsculo. Teníamos la vida por delante, y la embriaguez adolescente de las experiencias y los saberes intuidos.
Así, como los otoños (y no las primaveras, o los comienzos de año) me traen ese aire de principios, cuando llegan los finales de septiembre, me da por removerme dentro, y preguntarme qué será lo que para este año empiece. Pues, este año, como llegó el otoño, me decidí a algo que llevaba tramando mucho tiempo: escribir un blog.
De primeros, al ponerme delante del computador, me entró el vértigo: desde que tenía dieciséis años, cuando con mis cuentos de ciencia ficción descubrí el juguete fantástico de la literatura, (y otro más dulce y sabio: el de la vanidad) creo que no he sacado nada para un público tan amplio. Por ese vértigo nació "Epistulæ ex Japonia". Véase, y que cada cual judgue.
Ahora, bajo la admonición de mi patrona, la insobornable Afrodita, comienzo travesía. Quieran serme los vientos favorables, y los insólitos lectores, benevolentes y locuaces.
Así, como los otoños (y no las primaveras, o los comienzos de año) me traen ese aire de principios, cuando llegan los finales de septiembre, me da por removerme dentro, y preguntarme qué será lo que para este año empiece. Pues, este año, como llegó el otoño, me decidí a algo que llevaba tramando mucho tiempo: escribir un blog.
De primeros, al ponerme delante del computador, me entró el vértigo: desde que tenía dieciséis años, cuando con mis cuentos de ciencia ficción descubrí el juguete fantástico de la literatura, (y otro más dulce y sabio: el de la vanidad) creo que no he sacado nada para un público tan amplio. Por ese vértigo nació "Epistulæ ex Japonia". Véase, y que cada cual judgue.
Ahora, bajo la admonición de mi patrona, la insobornable Afrodita, comienzo travesía. Quieran serme los vientos favorables, y los insólitos lectores, benevolentes y locuaces.
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