martes, 14 de julio de 2009

San Fermín, banzai!


Estos días, cuando tengo un rato, me pongo el programa especial que la Televisión Española prepara todas las mañanas sobre los sanfermines y me quedo a veces hasta una hora embobado mirándolo. Así me he acordado del espectáculo que me dedicó un siete de julio Blake, mi cosmopolita colega de Illinois.

Blake siempre nos organizaba una pequeña fiesta del Día de la Independencia. Venden en los supermercados del Japón durante el verano unas bolsas de plástico atiborradas de material pirotécnico de unos dos kilos de peso que yo he dado en llamar el pack terrorista: con tres o cuatro de ellos estoy convencido de que cualquier muchacho mañoso de Al Qaida nos montaría durante las horas punta una buena jarana en alguna estación concurrida del país. Aquel año Blake compró uno de ellos y nos dedicamos durante la noche a dar buen uso de él. Cuando iba a hacer explotar el cohete más gordo, le vino algún tipo de repienso, se lo guardó y dijo: "Este, para luego".

Varios días después, todos los residentes de la casa hacíamos los honores a una barbacoa brasileña de las que nuestros compañeros de esa nacionalidad nos preparaban en el patio trasero del edificio. A ese patio trasero daba la terraza del apartamento de Blake. Ya nos preguntábamos dónde andaría nuestro amigo americano cuando, sin previo aviso, apareció precisamente en su balcón, con bermudas, camisa blanca y pañuelico rojo al cuello. Miró a la concurrencia y sin mediar palabra soltó: "Pamplouneses: ¡viva san Fermín! ¡Gora san Fermín! ¡San Fermin, banzai!" E inmediatamente lanzó al aire el cohete que tenía reservado desde el cuatro de julio...






4 comentarios:

  1. Desde luego que ya puedes ver bien los encierros. Según noticia de telediario, TVE desplazó al lugar de los eventos a cien profesionales de la cosa, o la casa, con sus correspondientes unidades móviles y demás cachivaches indispensables para que nadie que quiera se pierda el menor detalle. Es que hay que reconocer que la enjundia del invento lo merece: ofrecer víctimas humanas al dios de la hostelería.

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  2. Decía Santiago Carrillo (lagarto, lagarto) que él cuando acabó de exiliado en América, aunque nunca había tenído interés por el flamenco antes, se pasaba la vida pegado a la radio escuchándolo. Así es el vivir lejos de tu tierra: te aficionas a las estupideces más supinas que te traen un mínimo de recuerdo de la infancia.

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  3. Bueno, no sé si lo de los sacrificios humanos al dios de la hostelería es una estupidez supina o una refinada perversión. En cualquier caso, lo que importa es que funciona como los ángeles. Es lo que tiene haber tenido tan buenos oficiantes como Orson Welles o Jeminguay, que el personal toma la ceremonia por la finalidad en sí olvidandose de quién es el señor al que están sirviendo.

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  4. Decía el comentarista de la TV que sólo en los ochocientos metros de la calle de la Estafeta había más de mil balcones que se alquilaban (vista y desayuno). No te cuento los hoteles, restaurantes, etc...

    Hace unos años me encontré con una antropóloga japonesa que trabajaba sobre las fiestas de Huesca. Me contró que los trabajos sobre los sanfermines eran tantos que ya era difícil decir algo nuevo. De los que me comentó el más gracioso fue uno que aplicaba la teoría sicoanalítica de la super-compensación, o sea: uno tiene que alardear incluso hasta el punto de jugarse la vida de aquello de lo que tiene temor que se descubra su carencia. Quien necesita hacer patente su hombría es aquel que un su fuero interno la tiene tambaleante; el que se siente macho "per se" no tiene por qué ir demostrando nada delante de la multitud. Teoría retorcida pero realmente graciosa, me parece a mí.

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