domingo, 3 de abril de 2011

Otro día hablaré de los cerezos

Siempre he admirado a esos articulistas de periódico que publican cada día una columna diferente, original, con temas que un año y otro y otro no repiten. Si hay proezas humanas, esa me parece una de ellas.

Cuando escribo cuatro o cinco días seguidos en este blog al sexto me da la impresión de que, como opinaba el venerable padre Benedicto en su Regla, más guapo estoy calladito.

Por eso estos días últimos los he dejado pasar dando descanso a mis amables lectores, todos amigos, y ahora les pongo al día de mis actividades cotidianas. He ido entreverando la lectura del Quijote que me compré en la librería Kinokuniya de Umeda -por cuatro perras, como dije- con la escucha del mismo libro grabado por los amables voluntarios de Librivox, quienes, por cierto, tienen prometido terminar un día de estos las Novelas Ejemplares. Para no perder forma, he salido a pasear por el parque. Ayer fui con mi hijo a Crayonhouse, la sucursal de la librería infantil tan estupenda que hay en Omotesando, en Tokio. Y eso es todo.

Los cerezos sakura están ya florecidos. Pero de eso no quiero hablar: otro día, con más tiempo, explicaré por qué cuando me parecen de verdad gloriosos es en su esplendor otoñal.



2 comentarios:

  1. Pues sí, es inevitable repetirse. Aunque las variaciones sobre un tema también pueden ser interesantes. Pasa el tiempo, cambian las cosas, y yo cambio de opinión. ¿Y usted qué hace?

    Y aquí una dirección que merece la pena hurgar:
    http://www.abc.es/20110403/ciencia/abci-boson-201104030401.html

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  2. Cuántas veces hemos oído la verdad del griego -"Nadie puede bañarse dos veces en el mismo río"- y qué pocas la hemos entendido.

    De lo de las variaciones, qué decir; según nos cuentan los musicólogos gran parte de las obras de los compositores consagrados son eso, variaciones de melodías populares o de autores anteriores.

    De la literatura griega y romana mejor no hablar, pues toda ella no es sino hermoso "plagio" admitido; "emulatio", que decían ellos.

    Cambiar de opinión a medida que pasa el tiempo cuando todos cambiamos con los días, en edad, sabiduría y gracia, ¿habrá algo más evidente y natural? Pues parece que no, que lo virtuoso no es reconocer el error anterior y corregirlo a medida que la vida nos enseña, sino el "sostenella y no enmendalla".

    De mi época universitaria recuerdo muy poco, pero siempre llevaré en la memoria el reconocimiento de aquellos profesores que tras una pregunta mía me respondieron: "Pues no sé, déjame que lo investigue y mañana te lo digo". Y más aun aquellos que, dias después de una explicación no tuvieron ningún escrúpulo en decir: "Oye, lo que te dije el otro día estaba equivocado; según me parece ahora la verdad es ésta". Esos son los verdaderos maestros.

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