梅が香に
のっと日の出る
山路かな
Ume ga ka ni
Notto hi no deru
Yamaji kana.
Apunta el sol
por ciruelos fragantes.
¡Mira! Un sendero...
por ciruelos fragantes.
¡Mira! Un sendero...
Prunos fragantes
so el apremio del alba,
¡y ese sendero!
so el apremio del alba,
¡y ese sendero!
On sweet plum blossoms
The sun rises suddenly.
Look, a mountain path !
The sun rises suddenly.
Look, a mountain path !
¡Uf, qué tirao estoy! Me imagino que alguna gente que no ha traducido poesía -o que no ha escrito ninguna en su lengua propia- me vendrá con que este mío es trabajo que se hace en dos minutos, y que más aquí, con tres líneas mal contadas en las que no hay que someterse al galeotazo de la rima o a un ritmo prefijado. Pues será que soy muy bruto o que no tengo condición, pero lo cierto es que me paso la jornada dando vueltas a éstos los tres rengloncillos de mis dolores, pesando y repesando palabras, vocales, consonantes, tónicas, átonas y tal y no veo un fin de fiesta. Con este haiku, al cuarto de hora de labor, ya tenía la sensación de andar dándome de cabezadas contra un muro, pero de esos que hacían los egipcios y que duran todavía. Para empezar, el primer verso dice literalmente: "En el aroma de ciruelas". Bueno, no de ciruelas, claro, eso ya se sabe, sino de los ciruelos en flor: el poeta -otra vez el genial Basho- usa esa figura retórica que toma la parte por el todo o al revés; el continente por el contenido y olé. Me parece que se llama sinécdoque, pero no me hagáis mucho caso, porque estas cosas desde la EGB siempre las mezclo. Y eso que hay una historia que debería ser suficiente para hacerme recordar el nombre. Veréis: cuando yo era muy chico, en el colegio, un maestro le pidió a un compañero mío -debíamos de tener doce años- que le explicara la frase gongorina de Oh siempre glorïosa patria mía / tanto por plumas cuanto por espadas. Mi compa le dio una respuesta digna de un premio, pero grande: "Córdoba, famosa por sus toreros y por la calidad de sus gallinas". Ayer pensé que no sería mala obra el recopilar todas las barbaridades que había presenciado en mi larga vida académica (las de los profesores: con los estudiantes sucede generalmente lo contrario, que uno oye genialidades, si es que sabe escuchar). Bueno, pues tendría que empezar por aquí, porque el colega docéntico en cuestión se llevó las manos a la cabeza. A lo mejor un genio -el que dormía en el porvenir de mi compañero- se perdió para siempre.
En fin, aterrizando de los altos mundos de la retórica: que el problema era cómo meter en cinco sílabas aroma, ciruelos y de remate, artículos, preposición y otras alharacas. Aún decidiéndome por odor o árbol o cualquier otro apaño sinonímico, todavía me faltaba espacio en el renglón. ¿Qué hacer? La única respuesta a tan supremo enigma que había podido encontrar hasta el momento estaba en una página de internet y dice:
Sobran las palabras que diría en idéntica circustancia Guillermo Sautier Casaseca (¿A qué no sabéis quién es, eh? Chincha, rabia... El listo que se acuerde que deje abajo un comentario...). En fin, que no es solución ni nada, porque el traductor renuncia de antemano al combate cuerpo a cuerpo quinquesilábico y se resigna al hepta sin más. ¿Qué hacer pues? En un primer momento creí que no había más solución que alterar el orden de los versos. Es un recurso de tufillo picaresco, claro; pero, oye, si no se incluye la traducción al inglés, pelillos a la mar...
Bueno, pues estaba ya tan contento con mis diecisiete silabejos en los que sólo había tenido que renunciar a piltrafas como el orden de los versos o al notto -"rápidamente"- del segundo, cuando me vino la idea de que quizá la posposición ni la podría trasladar mediante alguna chapucilla del gremio al segundo verso y, así, echando mano de obsequioso sinónimo, salvar el expediente X de las cinco sílabas. ¿Tendría prunus algún derivado en castellano? Según la RAE sí. Aunque no especifica dónde, resulta que hay lugares en los que al ciruelo se le llama pruno y a la ciruela, pruna. Vaya, que parecía que por esta vez iba a salir con el oficio.
Comparada con el japonés, la segunda versión tiene sólo un pero gramatical: mientras que en aquélla aparece un verbo deru, "salir", ésta, cual estación de tren tokiotera de ocho en la mañana, no deja espacio para más. Pues mira, cuando iba escribiendo la línea anterior se me ha ocurrido so alba que presta asoma; pero la falta del artículo o la alternativa de incluirlo, so el alba que ya asoma no me acaban de convencer, pero que ni un pimiento bercianero. Así que ahí lo dejo y santas pascuas.
Por cierto, ayer a las tantas volví sobre los tres haiku que compuse originalmente, los que me metieron en este negocio. Más que nada por obsesión de simetría les endiquelé unas traducciones albiónicas que no se las salta un gitano, vaya, ni con acta de eurodiputado adjunta en zona estomatera. Pues descubrí una cosa que demuestra lo bobo que soy por no haberme dado cuenta antes: el vicio monosilábico de la eufónica lengua de don Chaucer hace que la elección de palabros resulte muchísimo menos complicada que lo que sucede con el castellano, y es que a uno le suele suceder lo que a mí jugando a la siete y media, que siempre me paso. Es más, un problema muy frecuente es el inverso: cómo encontrar elementos léxicos que sean lo suficiente buenos mozos para rellenar la línea. Qué cosas, oye.
Con un aviso termino: mis buenos compadres angliparlescos, los pobres desgraciaítos a los que asaeteo con los mostruos de mis escritos originales en su lengua, a causa de variadas investigaciones estos días están para pocas: el primero, metido hasta las canganillas en una cosa de biología molecular de mes y un poco que ya atiende al nombre de Kent-chan; los otros dos, obedeciendo a la llamada de natura, de trabajo de campo de amores, flamantes y floridos. En fin, que hasta que Charles, el papa de Kent-chan, no lo meta en guardería o a alguno de los otros dos les deje de echar la zancadilla la dulce Afrodita, en absoluto respondo de que mis traducciones al inglés valgan medioduro. Bueno, ahora que lo pienso, como último recurso, a lo mejor éstos hasta podrían ayudar. No sé...
En fin, aterrizando de los altos mundos de la retórica: que el problema era cómo meter en cinco sílabas aroma, ciruelos y de remate, artículos, preposición y otras alharacas. Aún decidiéndome por odor o árbol o cualquier otro apaño sinonímico, todavía me faltaba espacio en el renglón. ¿Qué hacer? La única respuesta a tan supremo enigma que había podido encontrar hasta el momento estaba en una página de internet y dice:
Aroma del ciruelo
de repente el sol sale.
Senda del monte.
de repente el sol sale.
Senda del monte.
Sobran las palabras que diría en idéntica circustancia Guillermo Sautier Casaseca (¿A qué no sabéis quién es, eh? Chincha, rabia... El listo que se acuerde que deje abajo un comentario...). En fin, que no es solución ni nada, porque el traductor renuncia de antemano al combate cuerpo a cuerpo quinquesilábico y se resigna al hepta sin más. ¿Qué hacer pues? En un primer momento creí que no había más solución que alterar el orden de los versos. Es un recurso de tufillo picaresco, claro; pero, oye, si no se incluye la traducción al inglés, pelillos a la mar...
Bueno, pues estaba ya tan contento con mis diecisiete silabejos en los que sólo había tenido que renunciar a piltrafas como el orden de los versos o al notto -"rápidamente"- del segundo, cuando me vino la idea de que quizá la posposición ni la podría trasladar mediante alguna chapucilla del gremio al segundo verso y, así, echando mano de obsequioso sinónimo, salvar el expediente X de las cinco sílabas. ¿Tendría prunus algún derivado en castellano? Según la RAE sí. Aunque no especifica dónde, resulta que hay lugares en los que al ciruelo se le llama pruno y a la ciruela, pruna. Vaya, que parecía que por esta vez iba a salir con el oficio.
Comparada con el japonés, la segunda versión tiene sólo un pero gramatical: mientras que en aquélla aparece un verbo deru, "salir", ésta, cual estación de tren tokiotera de ocho en la mañana, no deja espacio para más. Pues mira, cuando iba escribiendo la línea anterior se me ha ocurrido so alba que presta asoma; pero la falta del artículo o la alternativa de incluirlo, so el alba que ya asoma no me acaban de convencer, pero que ni un pimiento bercianero. Así que ahí lo dejo y santas pascuas.
Por cierto, ayer a las tantas volví sobre los tres haiku que compuse originalmente, los que me metieron en este negocio. Más que nada por obsesión de simetría les endiquelé unas traducciones albiónicas que no se las salta un gitano, vaya, ni con acta de eurodiputado adjunta en zona estomatera. Pues descubrí una cosa que demuestra lo bobo que soy por no haberme dado cuenta antes: el vicio monosilábico de la eufónica lengua de don Chaucer hace que la elección de palabros resulte muchísimo menos complicada que lo que sucede con el castellano, y es que a uno le suele suceder lo que a mí jugando a la siete y media, que siempre me paso. Es más, un problema muy frecuente es el inverso: cómo encontrar elementos léxicos que sean lo suficiente buenos mozos para rellenar la línea. Qué cosas, oye.
Con un aviso termino: mis buenos compadres angliparlescos, los pobres desgraciaítos a los que asaeteo con los mostruos de mis escritos originales en su lengua, a causa de variadas investigaciones estos días están para pocas: el primero, metido hasta las canganillas en una cosa de biología molecular de mes y un poco que ya atiende al nombre de Kent-chan; los otros dos, obedeciendo a la llamada de natura, de trabajo de campo de amores, flamantes y floridos. En fin, que hasta que Charles, el papa de Kent-chan, no lo meta en guardería o a alguno de los otros dos les deje de echar la zancadilla la dulce Afrodita, en absoluto respondo de que mis traducciones al inglés valgan medioduro. Bueno, ahora que lo pienso, como último recurso, a lo mejor éstos hasta podrían ayudar. No sé...