martes, 12 de febrero de 2008

De sus obras y sus pompas



Una compañera de trabajo se enteró de que a mis estudiantes les hago escuchar cierta canción de Antonio Machín en la clase que dedico a la música popular dentro de la asignatura de "Cultura y Sociedad Españolas" (en fetén スペイン語文化と社会). Parece ser que uno de ellos, con esa ingenuidad enternecedora que sólo se disfruta a los veinte años, le había preguntado si ella también compartía esa mi afición por la música del bardo cubano. No sabiendo con qué carta quedarse -si con la de la indignación proporcional a la gravedad de la circustancia o con la de la incredulidad benevolente- se me acercó en la sala de profesores y, provista de la energía del púgil peleón fajado en mil veladas, ése que salta al ring dispuesto a devorar al otro primerizo y tontorrón, me preguntó a bocajarro por el asunto. Cuando le confirmé sin rubor su sospecha me miró con cara de pasmo y soltó un irreprimible "¿Y no te da vergüenza?" que le salió del alma.

No era ésta la primera vez que me veía blanco de su santa y justificada indignación: poco tiempo antes, cuando tras las lecciones me pilló absorto en la misma sala sobre el Polifemo me pulverizó con una mirada telúrica al tiempo que me esquinaba contra las doce cuerdas lanzándome un directo a la parte más blanda de mis asaduras en forma de: "¿Pero no me digas que tú lees poesía...?" Ella parecía que no; por eso me ahorré la cita de César Vallejo que me vino a la cabeza -ella es española, aclararé-; bueno, por eso y porque, obviamente, compartiendo ambos la nacionalidad, a lo mejor el verso se me podría caer también a mí un día en la cabeza.

Como yo soy de los que escarmientan poco, este segundo round -el de Machín, digo- su pregunta me pilló también de guardia baja y tampoco supe responder de forma más o menos decorosa. Creo que, como la otra vez, sencillamente, con un buen juego de piernas hurté el cuerpo al castigo. Ahora me doy cuenta de que obré de forma muy prudente: si ella hubiera sabido de mis gustos plebeyos en materia musical quizá habría removido Roma con Santiago hasta conseguir por lo menos un K.O técnico, o sea, que el catedrático encargado del currículo académico no me asignara otra obligación que la de enseñar cursos de "Gramática 1" con el argumento de que en clases más avanzadas me convertía en peligro público para la sanidad mental de nuestros pupilos.

Como estamos en confianza, como esto no lo leéis más que vosotros que sois muy de casa, os lo digo así, en voz susurrada y con mucho sotto voce: lo cierto es que, además de Machín, me alegra y hasta estimula escuchar ciertas canciones de Manolo Escobar, María del Monte, Antonio Molina o Sara Montiel. Qué le vamos a hacer: hay lo que hay, se es como se es y, del mismo modo que sucede con los padres o los hermanos, uno no se puede escoger a sí mismo. Pero quede claro, y advertidos os dejo: si se lo contáis a alguien, si lo vais repitiendo por ahí, si llega hasta los oídos de la Santa Inquisición, renegaré las veces que haga falta; y me sentiré como un bendito, oye.




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