domingo, 10 de febrero de 2008

αἰ δὲ μὴ φίλει, ταχέως φιλήσει...

Estos días, no estando muy católico del ánimo, me he visto incapaz de escribir cosa de sustancia: sólo he incluido en la cabecera del blog un verso sacado del Himno a Afrodita, no tanto por lo que dice (si ella no te quiere, pronto que lo hará) sino por lo que para mí, como sabéis, suponen esos caracteres griegos al principio de mis palabras. Aunque tal vez no se note, mis escasos -pero selectísimos- lectores me merecéis un respeto cercano a la idolatría y, así, cuando no tengo nada que deciros, porque del caletre no me sale, o porque el trabajo no me da tregua, en lugar de saldar el expediente largando lo primero que me viene, os quiero informar de mi vida incluyendo aquí fragmentillos de mamotretos que voy medio leyendo, de las poesías que me salen al paso o de las imágenes hermosas que veo por estos mundos que las ninfas electrónicas nos dieron. Me parece que, si no mi prosa -desde hace un tiempo de capa caída- por lo menos esas explosiones de alegría, las obras de los maestros del pasado, servirán para recordaros en momentos de desánimo la primera obligación que tenemos ante nosotros mismos: apurar todos los días la copa de la vida, y de apurarla hasta las heces...

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