Entre las obras literarias del mundo siempre me ha emocionado la narración del Ragnarök (La caída de los dioses) del final del Gylfaginning. Celestiales, monstruos, todos los seres legendarios y comunes, en lucha titánica e irrepetible, morirán uno por uno; la tierra se hunde en la tiniebla y por fin las estrellas, el cielo mismo, van cayendo lentamente.
Hasta los dioses verán un fin. Ellos lo saben y lo aceptan. Unamuno comparaba al escritor con un dios en miniatura: Si tus obras nacen muertas, quién sabe si tú, por dentro, no estés muerto. Con pareja sensatez remató -algunos años antes- Arthur Conan Doyle: La mayor sabiduría, retirarse a tiempo.
A este blog le llegó su Ragnarök: continuarlo sería repetición y hastío. Sobre la hierba, en la pradera, las espadas, las armas de divinos e infernales, son últimos testigos del combate. ¿Vendrá esa mañana en la que nuevos dioses, otros montruos, frescos y pimpantes, aún atónitos, las miren y pregunten su sentido? Ellos sabrán. Quizá también vosotros.
Hasta siempre. Adiós.
The Waltz (Archive Episode)
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Melvyn Bragg and guests discuss the dance which, from when it reached
Britain in the early nineteenth century, revolutionised the relationship
between mu...








