viernes, 11 de abril de 2008

The Last Day in the Old Home








2 comentarios:

  1. Muy bueno lo del niño alzando la copa. Y la madre no te la pierdas, la pinta de tirada. Y el padre dionisiaco a tope. Los viejos tomándose la vida en serio.Y la niña de la muñeca que se van a ver mal para casarla. Yo hubiese llamado al cuadro: padre tonelero, hijo millonario, nieto pordiosero.
    Como verás he sacado más conclusiones que si fuese, con todos mis respetos, argentino.

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  2. Exactamente: fíjate que más o menos lo que dices tú lo cuenta el catálogo de la Tate, supongo que sin que lo hayas leído. Aunque, ahora que lo pienso, aquellos seis meses que te pasaste de miranda en Londres seguramente que te dieron para mucho...

    En fin, que acaban de perder la casa por el vicio del juego del padre (se deduce, parece, por el cuadro de carreras, por un carnet de apuestas que lleva en el bolsillo y los números de la subasta que hay en algunos de los objetos). Pues eso, el último día en la casa que han perdido, pero qué puñetas, a beber el champán que pa eso es la vida. Nadie lo dice, pero yo estoy convencido de que el hijo, con lo que aprendió del padre, o se hizo broker de éxito en la City o autor de comedias de esas que partían con la pana en los años treinta (cuando sería cincuentón, más o menos). La experiencia que dan los padres crapuleros para la infancia creo que debe de ser un tesoro que te acompaña toda la vida y del que sacas minas de tesoros. Lo mismo les debe de pasar a los argentinos, pero eso ya será otra historia...

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