miércoles, 8 de octubre de 2008

La Moncloa por 1984, más o menos


Cuando el presidente Clinton se retiraba a altas horas de la noche cuentan que leía literatura intensamente. Me imagino que si el nuestro goza de aficiones similares -lo dudo- estos días peleará sin descanso con un ejemplar de 1984. Digo; qué mejor guía para él en esta obra grande de su mandato, la reescritura personal de nuestra historia de España.
Hace unos días me entero de que se acaba de decretar la concesión de la nacionalidad española a los miembros de las Brigadas Internacionales y pienso que yo también, cuando andaba por los veintitantos cometí bobadas sin cuento, pero que por fortuna nadie me las jaleó. No puedo encontrar mayor dislate que apuntarse por propia voluntad a una guerra de tontos. Nuestra Civil no fue otra cosa: bien es verdad que los causantes inmediatos de la misma, los militares africanistas, eran una pandilla de memos arrogantes, inútiles e indeseables, pero no tendríamos que olvidar que los políticos republicanos no formaban una caterva de varones sensatos y ecuánimes, sino que obraron en muchos casos de forma irresponsable, dando excusas a aquellas degeneraciones del generalato para actuar. No es cosa de relatar aquí lo que se lee con facilidad en los libros de historia, pero nunca estará de más recordar el desprecio por la ciencia económica que profesaba el gran Azaña, o el uso ridículo que ya en la guerra se hizo de los recursos que poseía el gobierno legítimo a la hora de afrontar el ataque de las fuerzas sublevadas.
Dos de mis tíos-abuelos, unos muchachitos reclutados contra su voluntad, murieron luchando en el frente de Brunete: no sería muy extraño el que hubieran caído víctimas de las balas de algún brigadista. Hace unos días en cierto artículo de ABC se preguntaba qué sucedería en Alemania si su presidenta planteara conceder un galardón similar a los soldados americanos que bombardeaban a base de bien su país para salvarlos del nazismo. 
Otorgar unilateralmente la nacionalidad española supone conceder derechos también en todo el conjunto de la U.E.: al menos ésa es la razón que alegó el gobierno González para denunciar los tratados de doble nacionalidad con los países de habla hispana. Puestos a romper la baraja de la legalidad europea personalmente preferiría que se hiciera en favor de ambos bandos de la contienda, o aún mejor, no de la gente que, venida de tierras lejanas, aportó su granito de arena a la historia contemporánea matando generosamente españoles, sino de la que contribuye a sostener las pensiones de mis padres, el sistema sanitario y, en general, el funcionamiento del entramado económico de mi país.






6 comentarios:

  1. "Puestos a romper la baraja de la legalidad europea personalmente preferiría que se hiciera en favor de ambos bandos de la contienda," Entonces, ¿estás a favor de que se premie también a los fascistas italianos, a los sanguinarios marroquíes o a los miembros de la Legión Cóndor que masacraron Guernica? NO ME LO PUEDO CREER.

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  2. ¿Para cuándo limitarse a encerrar todos estos estos recuerdos en las páginas de los libros de historia?
    Me fastidia enormemente que no cesen de recordarme que si los socialistas no hubiesen apoyado la revolución del 34 aquel desalmado no hubiese entrado en las oficinas de mi abuelo para descerrajarle seis tiros en la barriga. ¡Putos empresarios de mierda!, debía de pensar él porque alguien se lo enseñó.

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  3. A Stupefactus:

    Yo no estoy por que se premie a nadie (mucho menos a los insensatos por sus insensateces), pero considero que si se hace, siguiendo el espíritu de la Transición justo es que se haga por los dos lados. Por ejemplo, hace unos días vino en la prensa no precisamente de derechas una entrevista con un fascista italiano que hablaba de que su lucha en la Guerra había venido motivada por el noble deseo de salvar iglesias de la quema y curas del paredón. Tan loable (o tan despreciable, según como se mire) el impulso del viejo mussolinista como el de sus compatriotas de la Brigada Garibaldi.

    A Paco: no sé para qué me he molestado en contestar a D. Stupefactus: con lo que tú pones ya iba bien servido. Ya lo decía el otro: no matan las balas, sino las ideas que los necios siembran en las mentes de los simples.

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  4. No se puede meter en el mismo saco al agresor y al agredido, no es justo medir por el mismo rasero a quien apoya al que tiene la razón detrás de sí y al que viene a ayudar al que no la tiene. No es justicia equiparar al criminal con la víctima.

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  5. En fin, no sé yo a quién pudo agredir mi abuelo para que le pasase lo que le pasó, pero me temo, amigo Jacobus, que con algún tipo de iglesia hemos topado. Así que, mejor lo dejamos y nos volvemos a nuestros clásicos que esos no engañan.

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  6. Pues es una pena que cierta gente no aprenda un poco más de física, o en su defecto, como tú dices, que lea una miaja a los clásicos. Tener fe en la realidad en blanco y negro debe de ser para ellos tranquilizador a veces; pero al final la verdad es que esa gente aburre mucho.

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