domingo, 7 de noviembre de 2010

Academy Royal Manzanares

¡En menudo lío se han metido los chicos de la RAE reformando cuatro cosillas de la ortografía! Yo hace tiempo renuncié a aprender los intríngulis de la antigua; con la moderna ni lo voy a intentar.

Hoy ya la estoy asumiendo, pero en la juventud consolaba mi estulticia pensando que en el Siglo de Oro no existía una norma bendita por academia alguna; se puede distinguir qué cajista compuso qué pliego de El Quijote por el manejo ortográfico peculiar de cada uno. Bueno, pues el que la gente pusiera las uves a su aire no impidió esa eclosión de ingenios y vete tú a saber si algún día un erudito freudiano no nos convencerá de que fue la anarquía letrera precisamente la que la propició.

Muchos de los hispanohablantes tan terriblemente injuriados por la reformita de los acentos preguntan justicieros: ¿Quiénes son estos señores para decidir cómo debemos escribir nosotros? A veces soy perverso, así que recordaré una frase que nos repetía a sus discípulos uno de los miembros más notables hoy de la Alta Institución (y a quien no voy a señalar no me lo vayan a poner de cara a la pared el próximo jueves sus colegas, que leen este blog) : "La Academia redacta el Diccionario, sí; ¿qué tal si el rumbo de la economía la decidieran las sociedades de los amigos del país?" Convencido estoy de que, sabio como es, aún piensa lo mismo...

2 comentarios:

  1. En cierta medida, cada vez estoy más de acuerdo con los del partido del té. Hay tanta gente a la que el Estado paga para que se meta en tu vida que esto se está convirtiendo en una mierda. Si un día te cambian la ortografía, al siguiente te dicen a qué tienen que jugar los niños y al siguiente sabe dios qué. En realidad lo único que va dejando el Estado al albedrío de los ciudadanos es en donde se construye la segunda vivienda, que tipo de todoterrenno se compra y en qué cotinente va a gastar sus vacaciones. Por lo demás, como decía Boadella, ni siquiera discutir con tu señora en la cama por miedo a que salga de debajo de ella Jordi Pujol a poner orden. Con lo bonito que sería un Estado que se limitase a limpiar de malhechores las calles, a mantener al enemigo a raya más allá de las fronteras y a ayudar un poco a los que no se pueden ayudar a sí mismos. Y a mis niños les educo donde y como me da la gana y mis almorranas me las cura mi mutua.

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  2. Unos americanos -creo que era- vivían en Vitoria. Objetando a la escuela vasca decidieron que ellos tenían suficiente capacidad para instruir a sus hijos en casa. Parece ser que era verdad, o sea, que no eran unos irresponsables sino una gente formada y culta que pretendía evita a sus vástagos esa cruz en la que se está conviertiendo -según me dicen- la escuela española.

    En la mayor parte del mundo civilizado se puede hacer: tú demuestras que los críos van aprendiendo porque aprueban en los exámenes libres y santas pascuas. ¡Los denunció el organismo correspondiente y se vieron con un problema de envergadura!

    Cuando leí la noticia se me heló la sangre. ¿Cómo se puede llegar a estulticia tan supina por parte del estado? Bien está que se persiga a los padres negligentes que permiten que sus hijos vagueen por las esquinas; pero de ahí a obligar a unos padres responsables a llevar a sus críos a la ergástula escolar va un abismo.

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