Ayer tuve un sueño: las almas de billones de difuntas pesetas (y las de los duros, los cinco duros y hasta de las perras gordas) se levantaban de sus tumbas y, por un paisaje de cementerio derruido y lovecraftiano, perseguían a ZP.
Junto a él creí adivinar la figura azogada, sudorosa, famélica de Viviana Aído que, Cassandra retorcida y macilenta, no hacía sino repetir cual letanía antigua: ¡Te lo dije, ya te lo dije: desterrar pesetas feministas, trocarlas por euros machos, prepotentes, habría de atraernos las iras de los dioses!
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