lunes, 12 de julio de 2010

23.000.000.000 €

Pues claro que no me voy a ir de casa, hombre: con lo que yo os quiero. Por cierto, dile a mamá que la camisa me la ha planchado muy pero que muy mal, y que sea la última vez que me sé bien cuáles son mis derechos...

¿Reglas? No seas antiguo, que eso no se lleva. Reglas serán las que yo ponga y ni una más: vosotros no sois quién para mandar en mi persona, que ya soy un adulto. Mira, no me hables del vecino: yo soy más guapo, más alto, más listo, he hecho tres carreras. En fin, que aunque solo fuera porque soy bilingüe ya tengo más derechos.

¿Mi sueldo? Pues con lo que me cuesta ganarlo... es mío, hombre. ¿Que me disteis una gran educación aunque erais analfabetos? Ya, claro: pero el esfuerzo lo puse y lo pongo yo, oye: justo es que me quede con la pasta. ¿Pagarle los estudios a mi hermana? De qué vais: que se busque la vida, que yo tengo muchos gastos. Hasta ahí podíamos llegar... Menudo morro.


1 comentario:

  1. Leía hace una semana más o menos que un grupo de investigadores de alguna universidad de renombre trabaja sobre las estrategias más adecuadas para tratar a esos niños malcriados a quienes sus padres por temor o desidia no les han negado capricho. Cuando llegan a la adolescencia se convierten en pequeños dictadores, en sutiles chantajistas: sus exigencias, día a día, son más tiránicas y por mucho que se les dé nunca se ven colmadas. Esos hijos son una causa continua de infelicidad para unos padres que habiendo querido darles todo paradogicamente los han convertido en monstruos.
    Los investigadores en casos extremos sugieren como única terapia posible la separación entre padres e hijos, incluso permanente.

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