Hoy como es domingo mi hijo de mañanita tenía clase de Kung-fu y le he acompañado hasta la tienda de butsudan. Después me he ido a la cafetería donde siempre le espero. Normalmente escucho la radio o leo algo, pero la semana pasada me pilló un abuelito granjero que me dio un curso de táctica futbolística explicándome cómo debían jugar los españoles para ganar la final de la Copa del Mundo que era esa misma noche.
Cuando he entrado en el local confieso que he mirado para todas las partes por si veía sentado al señor de hace siete días. Cuando no lo he visto he respirado con alivio, he pedido un café y me he puesto a escuchar los noticiarios de Radio Bremen que tengo guardados en el iPod. Ha pasado la hora y diez minutos en un pis-pas y cuando he ido a recoger a mi peque la profe les enseñaba rudimentos de pronunciación china. Qué maravilla esa mujer: tan inteligente, dispuesta, joven y hermosa, pero sola y sin compromiso. Cuando digo que los hombres de este país no se enteran no lo hago a humo de pajas.
Nos hemos vuelto a casa a la hora de la canícula. Hemos comido y ahora estoy recostado. No miro el termómetro porque me puede dar algo. Esto es como si estuviéramos en el trópico más feroz pero sin estarlo. Me voy a echar la siesta. Mañana será otro día que hoy, con no derretirnos ya tenemos suficiente.
21.12.2024 – Langsam Gesprochene Nachrichten
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21.12.2024 – Langsam Gesprochene Nachrichten –
[image: Polizeiabsperrung nach Autoattacke auf Weihnachtsmarkt in Magdeburg]
Trainiere dein Hörverstehen mi...
Aquí no hace tanto calor, pero hay tanta gente por todas partes que no sé qué es peor para moverse.
ResponderEliminarPues aquí, en la provincia de Castellón, a poco que te alejes del mar empiezas a notar un calor sofocante que la mejor sombra no logra remediar. Hay que esperar a las ocho de la tarde para salir de casa. Entonces es cuando la gente parece haber terminado su larga siesta y todo cobra la normalidad. Los días nublados como el de hoy son recibidos como un maná del cielo.
ResponderEliminar¡Ay, hijos! Hoy no quería mirar el termómetro para que no me diera algo, pero sin pretenderlo me he enterado de que en Tokio estaban a 37 grados, o sea, como si fueran diez más en Castilla. A estas horas de la noche (las 9, creo) todavía me ando derritiendo. No os quiero contar cómo se soporta el montón de exámenes para corregir que tengo encima de la mesa del despacho. Ayer me tocó explicar en una hora toda la historia de la lengua española. Los estudiantes, como no puede ser de otra manera, estaba mataos. Menos mal que mañana acaba el curso. A ver si para el lunes puedo terminar de corregir exámenes y vuelvo al blog... si no me ha dado algo del calor.
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