sábado, 11 de diciembre de 2010

La altísima grandeza del deporte

Me da asco mi deporte, afirma uno de esos caballeros limpios de pecado que ponemos de ejemplo a nuestos hijos. Los tramposos han disfrutado de una impunidad desesperante, apuntan otros limpísimos de culpa.

Me hace mucha gracia -de esas de reír por no llorar- el que las chicas del antiguo Ministerio de Igualdad se preocuparan tanto del lenguaje y cosillas de poca importancia y que nunca hayan levantado su voz contra el elemento más machista que existe en nuestra cultura: ¿cuántas horas al año dedica la televisión pública al ciclismo, fútbol, motorismo, baloncesto femeninos? (¿Cuántas de deporte paralímpico?) ¿Cuáles son los ingresos medios de una deportista y cuáles los de su equivalente masculino?

El deporte profesional de élite termina siendo un ejemplo desastroso para la juventud, el paradigma del cojonerismo más acendrado y repugnante. El mundo en la que vivimos en el que la austeridad, los valores del conocimiento y de las artes son realidades ridículas, se construye sobre ese paradigma. ¿Cómo vamos a pedir a la juventud que se esfuerce en lo que merece la pena, en eso que hace realmente a un país sano -el saber, el ahorro, el apoyo para mejorar el entorno- cuando les plantamos como ídolos a unos individuos musculosos e ignorantes, opulentos y manirrotos, que se afanan en asuntos tan bobos como superar medio milímetro el salto que dio no sé quién el año pasado? Se les vende el deporte de alta competición como el colmo de la salud: mentira. Trata de llevar a los límites de su resistencia natural cualquier maquinita que tengas en casa y ya verás cómo termina.

Los nazis exaltaron la figura del deportista como un ejemplo de su "nuevo hombre": muscular, fanático, nacionalista, gregario y descerebrado, todos aquellos atributos incompatibles con el decadente pensamiento democrático. Sabían muy bien lo que se hacían.



11 comentarios:

  1. Cuando tenía diez años y estaba interno en un colegio, me llevaban cada dos domingos a ver al Racing. No recuerdo que tipo de sentimientos o emociones me procuraba aquello. A los once años me sacaron del internado y me pusieron a pupilaje en casa de unas señoras de Peñafiel. Primitiva y Germana se llamaban. Bueno, el caso es que dejé de ir al fútbol y, vive Dios que no lo eché en falta. Y nunca más en mi vida fui capaz de ver un partido. Ni deporte de clase alguna. Y esa es una de las pocas cosas, sino la única, de mi vida de las que podría decir que si volviese a nacer haría exactamente lo mismo. Por lo demás me encanta pasear en bicicleta, caminar por la montaña, nadar alguna vez en el mar. Pero sin pasarse.

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  2. Es que el deporte, el ejercicio, es una cosa estupenda. Yo personalmente me lo he pasado de maravilla como tú subiendo montañas, nadando, con la bicicleta y metiendo cestas o goles con mi hijo. Lo que es una mierda pinchada en un palo es el sistema de deporte de élite profesional, como digo: propiciador de todo tipo de discriminaciones, exaltador de los bajos sentimientos (nacionalismo, violencia, gregarismo) e incluso destructor del entorno (deportes del motor, golf). No puedo ver una sola virtud en la alta competición, y sí todas en una tarde con amigos, un balón, una raqueta de tenis o una mesa de ping-pong.

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  3. Otra nota que se me olvidaba: el hermano de un amigo, ciclista aficionado de alto nivel (tenía la casa tan llena de trofeos que casi asustaba) abandonó la competición. Le pregunté a mi amigo por la causa y me respondió que hasta los infantiles que querían llegar a algo tenían que doparse. Sucedió hace treinta años y en aquella época en los periódicos no se hablaba casi de drogas.

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  4. La penúltima bobada: muchos recordaréis que hace unos años Samaranch montó un pequeño revuelo cuando sugirió de pasada que a lo mejor había que pensar en permitir el doping "que no fuera perjudicial para el organismo". La cosa se dejó estar y no se habló más de ello.

    Lógicamente este hombre que era un lince para el negocio deportivo comprendía que los deportes estrella del olimpismo (atletismo y natación) no eran nada como espectáculo si no se entregaba a la chusma que los contempla continuas marcas mundiales cada cuatro años y que, rozándose ya los límites naturales del cuerpo humano, iba a ser casi imposible conseguirlo si no se aplicaban medios artificiales.

    Sin que nos lo diga Wikileaks podemos conjeturar que el COI no va a matar la gallina de los huevos de oro, y que siempre las mafias del deporte llegarán antes con sus métodos de dopaje que aquellos que se dedican a detectarlos. Estas "operaciones de limpieza" tienen la función de aplacar las dudas del personal: "Estamos trabajando y pillamos a los tramposos" dicen. Pues vale. Porque tú lo dices: si fuera otro igual no lo creía...

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  5. Bueno, ya sabes que Luciano de Samosata, si le daba la gana, podía elogiar hasta a las moscas cojoneras. Del mismo modo hay Lucianos aficionados que le ven unas virtudes taumatúrgicas al deporte de competición. Dicen, por ejemplo, que el populacho al idetificarse con un equipo le traslada todos sus sentimientos patrios y le basta con que ese equipo se bata con el equipo de los enemigos para aplacar sus instintos asesinos.

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  6. Sí, claro. Eso fue lo que pasa con todos esos hinchas que se lían a palos con el contrario en Inglaterra y a los que Margareth Thatcher llamó en su día "la vergüenza de la nación" y que lograron no sé cuántos muertos italianos en una estampida, por ejemplo. O esos otros servios y croatas que se zumbaban tan ricamente en Australia cuando la guerra de los Balcanes en los partidos de fútbol. Por no hablar de los jugadores asesinados en esos países de Sudamérica al volver de un mundial en el que habían perdido, las multiples señoras violadas por hinchas cuando pierde su equipo y tal.

    Claro que vendrá un Luciano y nos dirá que sin el deporte los heridos, los muertos y las violaciones serían más y tal. En cualquier caso durante toda la historia de la humanidad han existido espectáculos de masas similares incluso entre pueblos guerreros (circos romanos, deportes de pelota entre los aztecas, polo entre los chinos o los khmer) y nunca ha suplido la violencia.

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  7. Retira el deporte y te quedas sin la cuarta parte de la información periodística o televisiva. ¡Cielos! ¿Cómo iban a rellenar todo ese silencio! Atacar al deporte de élite acaba siendo atacar uno de los grandes poderes de nuestro mundo. Además, ¡si el deporte no aparece en Wikileaks! ¿Queréis más pruebas de que es una cosa santa?

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  8. Además del deporte, pon los viajes y los perros y ahí tienes a la mismísima Santísima Trinidad.

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  9. Totalmente de acuerdo en entrada y comentarios, solo añadiría que me deja desconcertada la atención que le prestan los medios a lo que dicen unos chavales cuyo único mérito es saber manejar muy bien sus músculos después de una eternidad de entrenamientos y ganar fortunas demesuradas en tan temprana edad. ¿Os habéis fijado cuanto tiempo dedica la TV a entrevistar deportistas de élite que solo dicen memeces?

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  10. Se te ha olvidado la religión gastronómica y eso que tú llamas "cofradía del buen gusto".

    En mi juventud tuve algún conocido en el mundillo del "deporte de élite" y te puedo asegurar, por lo que contaban que pasaba en las concentraciones no puedo imaginar un mundo más descerebrado e infantiloide. El que no digan más que memeces cae por su peso: cuando uno se pasa casi todo el día entrenando, durmiendo y viviendo con gente que hace lo mismo -o que ha hecho lo mismo como los entrenadores o directivos- no se puede esperar más. En honor a la verdad hay que decir que existe una minoría que, a pesar de todo, consigue una educación al margen de esa cutrez, pero son eso, una minoría, y además, suelen tener el buen sentido de abandonar el camino de la competición a edad relativamente temprana.

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  11. Para terminar. Imaginaos de repente lo poderes del estado -ZP digamos- legislaran para que el deporte de élite se conviertiera en "políticamente correcto" obligando a:

    1. Conceder la misma atención en los medios de masas al deporte femenino que al masculino y al de minusválidos que al de "válidos".

    2. Obligar a los sponsors a dedicar el mismo monto económico para los cuatro segmentos de esa actividad (masc./válido, fem/válido, masc/minusválido, fem/minus)

    3. Para terminar con la exaltación nacionalista hacer que los atletas compitieran en las olimpiadas sin banderas, nombres de países, exclusivamente a título personal (alguien lo propuso hace años y se decojonaron de él). Lo mismo con las selecciones nacionales en los campeonatos del mundo: los mejores jugadores se agruparían en diferentes equipos elegidos por sorteo. Después de todo lo que importa es ver buen juego, ¿no?

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