En San Sebastián, durante una semana de agosto, todos los días hay fuegos artificiales: un concurso internacional, que le dicen. Desde que tenía cuatro años hasta los veintitantos los vi todos, y de propina leí muchos de los comentarios eruditos de los periódicos locales con los que se nos culturizaba sobre cuál era el color o la forma de más mérito en el mundo pirotécnico. En fin, que pienso que ya cumplí el cupo que me corresponde y hoy cuando oigo que en alguna parte esa noche levantarán cohetes echo a correr en dirección inversa y con velocidad directamente proporcional a la categoría del evento.
Los japoneses aman los fuegos artificiales. Para ellos el vestirse de yukata, tomarse una birrita y plantarse en la noche de verano para admirar el ruido y las explosiones es el colmo de la delicia.
Cientos de miles de personas, ruido insoportable, humo, otro año más repetición de lo mismo... Lo siento: me busquen en el rincón más insonorizado, tumbado a la bartola, disfrutando de un buen whisky y con los auriculares calzados escuchando heavy metal, una tortura más benévola que ese olor a humanidad sedienta de emoción barata.
21.12.2024 – Langsam Gesprochene Nachrichten
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21.12.2024 – Langsam Gesprochene Nachrichten –
[image: Polizeiabsperrung nach Autoattacke auf Weihnachtsmarkt in Magdeburg]
Trainiere dein Hörverstehen mi...
Sí, de verdad, no es fácil concebir cosa más sosa. Quizá para niños... Por cierto que aquí, en Alar, 700 habitantes, hay unos fuegos que duran lo suyo y no creo que sean para niños porque empiezan a la una de la madrugada. Después el baile hasta las ocho de la mañana... para niños también. Mañana me largo a Madrid hasta que pasen las fiestas.
ResponderEliminarAquí por lo menos los fuegos son a las ocho. Lo del baile hasta la mañana dice mucho de la energía hispánica: yo no podría aguantar ni hasta la una de la madrugada...
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