Los dos poemas siguientes son de tema religioso, "Shinto" y "El forastero". En el primero se nos presenta una visión particular del escritor de la religión japonesa: "Cuando nos anonada la desdicha,/ durante un segundo nos salvan/ las aventuras ínfimas/ de la atención o de la memoria" comienza. Se refieren consecutivamente esas aventuras íntimas: los sabores, las imágenes, las sensaciones, los olores, los recuerdos, realidades todas ellas marcadas por una honda cotidianeidad. El poema concluye con un cambio de tono, abruptamente: "Ocho millones son las divinidades del Shinto/ que viajan por la tierra, secretas./ Esos modestos númenes nos tocan,/ nos tocan y nos dejan". ¿Qué relación existe entre esas aventuras íntimas nombradas al principio del poema y los ocho millones de divinidades del Shinto": obviamente, el que "nos toquen y nos dejen", que se conviertan en "las aventuras ínfimas que nos salvan durante un segundo", son los "modestos númenes" de los cotidiano que evocaba Borges en su poema liminal a Inglaterra (otra referencia que aparece en ambas composiciones es la de la brújula): gracias a estos modestos númenes (palabra recurrente) el mundo de particular del poeta Borges y el del país nipón se conectan de forma explícita.
El tercer poema -"El forastero"- aparece redactado, en primera persona, con la voz de un sacerdote shinto. La primera parte nos sirve de somera introducción a la doctrina religiosa: "el más leve de los cultos", "no ha fijado una ética","no quiere intimidar con castigos ni sobornar con premios", "son legión las divinidades". En la conclusión del texto el sacerdote refiere, tomando indudablemente al al propio Borges como referente: "Esta mañana nos visitó un poeta peruano. Era ciego". "Los rostros occidentales son máscaras que no se dejan descifrar". El equívoco de nación y la supuesta inescrutabilidad de los "rostros occidentales" aparece como elemento irónico, paralelo al desconocimiento general de lo japonés en Occidente y del estereotipo relacionado con el supuesto misterio y la dificultosa interpretación de los gestos de los orientales.
El tercer poema -"El forastero"- aparece redactado, en primera persona, con la voz de un sacerdote shinto. La primera parte nos sirve de somera introducción a la doctrina religiosa: "el más leve de los cultos", "no ha fijado una ética","no quiere intimidar con castigos ni sobornar con premios", "son legión las divinidades". En la conclusión del texto el sacerdote refiere, tomando indudablemente al al propio Borges como referente: "Esta mañana nos visitó un poeta peruano. Era ciego". "Los rostros occidentales son máscaras que no se dejan descifrar". El equívoco de nación y la supuesta inescrutabilidad de los "rostros occidentales" aparece como elemento irónico, paralelo al desconocimiento general de lo japonés en Occidente y del estereotipo relacionado con el supuesto misterio y la dificultosa interpretación de los gestos de los orientales.
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