jueves, 5 de agosto de 2010

Encajar palos con prestancia


Si hay algo con lo que flipa mi legítima es con darme sustos a la hora del desayuno. Oye, oye. No puedes salir pitando ahora, ¿verdad? Y pitando salgo. Con calor tropical ya a las nueve de la mañana, me subo al niño a la bici y nos vamos para el instituto de nuestro pueblo donde los chicos del club de kendo -que son campeones de toda la región del Gran Tokio, o sea, expertos como nadie- le van a enseñar los rudimentos del deporte.

Lo mismo que los toros, el baile charro de mi tierra, las fiestas cutres de tirar cabras o tomates y tal; el zen, la ceremonia del té, el sumo y las demás chorradas tradicionales las tengo por engañabobos de turistas; pero hago una excepción: las artes marciales; el aikido, el karate o el judo, a las que si se les quitara toda la ceremonia tonta, el respeto al senpai, y baboserías de ese tipo, se convertirían en deportes de lo más recomendables para la salud del cuerpo y de la mente.

En fin, que me tiré toda la mañana viendo cómo mi peque se lo pasaba en grande dándoles de palos con toda su alegría a los chicos del instituto. Papa, me quiero apuntar al kendo, me dice con cara de velocidad cuando termina. Pero hijo, si ya haces fútbol, kung-fu... En fin, pues que haga kendo. Un deporte cuyo secreto consiste en recibir palos con elegancia, ¿qué mejor aprendizaje cuando se tienen los huesos -y el espíritu- aún tan tiernos?

5 comentarios:

  1. Sí, sí, pero los formalismos son buenos, sobre todo hoy día que los hemos desterrado de la vida cotidiana. Un poco de reverencia y contención no viene nada mal, sobre todo en este país nuestro de la chabacanería y el espontáneo compadreo. Aunque comprendo que viviendo en Japón ya no le veas el punto a tanta parafernalia protocolaria.
    Yo sí se le veo el atractivo, incluso al zen y al chanoyu.

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  2. Es que en el centro está la virtud: ni tanto como en Japón, ni tan calvo como España. Lo del campechanismo y el compadreo hispano ya da asco: creo que ese es uno de los motivos por los que no hago ningún esfuerzo para volver a vivir a mi país.

    En Japón, como tú bien sabes, se pasan: los japoneses son educados por cultura, pero eso no quiere decir que sean más amables que nosotros. Bajo la ceremonia raramente sabes si hay auténtica empatía o no. Será quizá por eso por lo que uno hace tan pocos amigos nativos de la tierra.

    Con el zen o la ceremonia del té por supuesto que he sido algo simplista. Sucede como con el budismo: era una filosofía de vida excelente hasta que se convirtió en religión y en forma vacía. El zen, como ya nos contaba Erich Fromm en su gran libro (El Psicoanálisis y la práctica del Zen) se trata de una filosofía extraordinaria: disfrutar del presente, ahí es nada. La práctica real en los monasterios, por lo que yo sé, acaba siendo una carcasa vacía, toda formas y anquilosamiento. Con la ceremonia o el ikebana, o las otras artes emanadas del zen, pasa otro tanto de lo mismo: mira que tienen una teoría hermosa y mira cómo la acaban prostituyendo conviertiéndolo en un negocio que al final niega su propia filosofía. Claro que hay gente que las practica de forma libre y alejada del los canales de las escuelas y los dogmatismos, pero... Quizá sea eso que decía Einstein: Qué hermosa que es la ciencia, si no te tienes que ganar la vida con ella...

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  3. Por cierto, ¿no se ve la galería de fotos? Lo digo porque en mi página de Picasa me pone que nadie ha entrado...

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  4. Se ve la galeria. Lo primero que me ha sugerido es todo lo que se necesita (el equipo) para practicar ese arte. Recuerdo cuando era treintañero porrero que me hacian mucha gracia los amigos que dedicaban toda una habitación de su casa a guardar los equipos. Sky, surf, etc.
    En otro orden de cosas. Los ritos. Quizá pasarse sea empalagoso, pero quedarse corto puede ser peligroso. Por ejemplo en la escuela. ¿No sería necesario restituir aquellos ritos a la entrada que hacian tomar al alumno la conciencia de dónde estaba y a qué iba allí? Hoy día los maestros se quejan de que los chavales les toman por el pito de un sereno y algo tendrá que ver en ello el que nadie les enseñe la diferencia entre la casa, la calle y la escuela. Y que en cada sitio se socializa de diferente manera. En fin, es que últimamente hablo mucho con maestros y escucho sus lamentos al respecto.

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  5. ¡Lo que nos gusta a los humanos la cacharrería! Me imagino que es precisamente esa parafernalia de "La Guerra de las Galaxias" lo que atrae a muchos.

    La educación: hoy estoy todavía con el shock del parche del Príncipe. Me parece una muestra evidente y palpabilísima de que nuestro sistema educativo es una mierda. Si no hemos sabido instruir a uno de nuestros primeros ciudadanos mínimamente para que tenga suficiente criterio, ponga su confianza en la ciencia y no en chorradas esotéricas, es que algo estamos haciendo muy pero que muy mal.
    La distinción entre los ámbitos es fundamental. La escuela es la escuela, el alumno no sabe, y el maestro sí, no por nada, sino porque ha estudiado y se acabó. Había una tendencia idiota de pensamiento que hablaba de que ambos, el profesor y el discípulo, se intercambiaban conocimientos de diferente tipo. Obviamente que yo he aprendido de mis estudiantes mucho, pero porque son seres humanos, claro, porque interaccionan conmigo, por supuesto, pero no porque sean fuentes de conocimiento, que no lo son: para eso, para llevarlos por el camino por el que antes anduve estoy yo. Si no, sobro: más se aprende en la biblioteca con un libro (o con el internet y el iPod, claro), en la taberna, o en el taller de la esquina.

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