Estaba mi compadre Charles en el tren camino de Kamakura cuando un terremoto lo paró y le hizo retrasarse más de media hora en su viaje. Llegó al templo budista -iba a una sesión de zen- y se encontró con la puerta cerrada y con que nadie desde dentro respondía a los timbrazos. Otro habría tomado el camino de vuelta sin pensarlo más; a él, su naturaleza de muchachote de Maine educado en college de Ivy League le obligaba a no aceptar ni ese mínimo fracaso sin combate. Por eso, tomó su teléfono portátil, marcó el número del templo y explicó al monje de turno la causa del retraso. Su respuesta, en un tono de severidad apropiado al contenido, me la refirió de forma literal: "Con terremoto o sin él, el zen comienza estrictamente a las cinco; si tiene usted interés, vuelva otra vez la próxima semana."
Era para mí un misterio el que, a pesar de mi entusiasmo por la filosofía del zen, nunca me hubiera animado a continuar su práctica más allá de la sesión inicial que experimenté hará eso de diez años en un monasterio perdido a orillas del Mar del Japón. Mira por dónde, gracias a mi buen colega Charles, ese enigma se acaba de desvanecer cual fantasma mañanero. "Conócete a ti mismo", que decía aquél.
Si yo hubiera sido él, me habría ido ha hacer los ejercicios espirituales de san Ignacio. Me da que en el fondo es lo mismo.
ResponderEliminar¿Qué es eso de Nanbanjin? Además, antes de be se escribe m siempre.
ResponderEliminarNo sé demasiado de los ejercicios de San Ignacio: le preguntaré a Charles, que creo que también los ha hecho.
ResponderEliminar"Nanbanjin" es como se denominaba a los occidentales en el Japón de hace tres siglos más o menos. Lo explico con un poco más de detalle en una entrada de hará un mes. La palabra se puede escribir con m también (que es como realmente se pronuncia). La he dejado así porque es como suele aparecer en la bibliografía especializada. Sería un poco largo de explicar el motivo de la doble grafía y del hecho de que yo prefiera la n. Sin entrar en disquisiciones diré que se trata de un fenómeno parecido al del castellano juzgar: todo el mundo pronuncia judgar (o incluso juggar), pero casi siempre se escribe con z porque en el fondo no nos damos cuenta de lo que realmente pronunciamos.
Tú hablarás mal el español y dirás lo que quieras, pero yo siempre digo juzgar, con z.
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