lunes, 28 de junio de 2010

Quererme por mis errores

Si Fleming hubiera sido un investigador cuidadoso, ordenado y pulcro hoy nadie sabría de él. Si Conan Doyle hubiera gozado de éxito en su praxis, si los pacientes hubieran abarrotado la consulta, Sherlock Holmes -¡horror!- jamás habría nacido. Si Bach hubiera sido un pundonoroso docente, si hubiera dedicado su gran genio a la enseñanza - queríamos un maestro, no un músico, reprochaba el severo consistorio de Leipzig- su música habría muerto nonata.

Cuando cometemos un error, cuando sufrimos un fracaso, cuando somos negligentes, deberíamos recordarlos: "Nada es nada hasta que nada acaba."


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