Mi hijo dos veces por semana practica el kung-fu y lo hace en una tienda de butsudan, los altarcitos que algunas familias colocan en la sala como memento de difuntos. Hoy esta rama de la industria no debe de andar muy floreciente, así que, aunque resulta algo chistoso, el dueño alquila la segunda planta, vacía, y allí da clase la profesora de mi hijo.
Estos altarcillos me producen repelús. La mayoría son de color caoba con un fondo de pan de oro y recuerdan toda la parafernalia japonesa del mundo de los muertos. Imagino que a algunos nativos les sucede lo mismo, porque la última tendencia consiste en disfrazarlos de cosa que no son, o sea, diseñarlos pequeños y con tonos más discretos. Incluso he visto uno al que, a juego con el cambio de estación, se le mudan los paneles de las puertas.
En una calle cercana alguien tiró un butsudan a la basura. La gente de la recogida le plantó un papel en el que se informaba al ciudadano que nunca se harían cargo del invento y le recomendaban que, para deshacerse de él, llamara a un negocio del tipo del que hablo. El papel desapareció tras unas lluvias, pero los basuresos no se dieron por vencidos: volvieron a pegarlo, eso sí, ahora, previsores, forrándolo de plástico.
Al final el mueblecito, no sé cómo, desapareció. Me imagino lo que pensarían hasta entonces los vecinos: "Tanto tiempo la calle atascada de fantasmas; kimochi warui, qué mal rollo, leches".
21.12.2024 – Langsam Gesprochene Nachrichten
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21.12.2024 – Langsam Gesprochene Nachrichten –
[image: Polizeiabsperrung nach Autoattacke auf Weihnachtsmarkt in Magdeburg]
Trainiere dein Hörverstehen mi...
Increible lo del butsudan y los basureros, en la ciudad española donde vivo he visto una virgen de yeso tirada en un container de basura a la que alguien había escrito con tiza sobre el manto la palabra "puta". Me parece que, a dios gracias, vivo en un país mas irreverente que Japón.
ResponderEliminarAunque ya digo que las cosas están cambiando -de ahí la bajada en la venta de los altarcillos- los japoneses, por lo menos la gente más tradicional, son supersticiosos. Quizá no sean creyentes, pero "por si acaso" van al templo a principios de año, llevan al niño cuando nace al santuario o llaman al sacerdote del Shinto cuando construyen una casa. Se trata de mantener las formas más que nada. Los basureros posiblemente lo único que hacían era aplicar la normativa municipal: si se hubieran encontrado con un sofá con muelles, por ejemplo, habrían hecho lo mismo. A algunos de ellos les daría repelús tocar el butsudan, pero seguramente otros pasarían de todo, pero si el manual dice que no se recogen, no se recogen.
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