domingo, 20 de junio de 2010

Placebus vobiscum

Leo que se está promoviendo campaña contra las farmacias que venden unas pulseras que prometen salud, medicinas homeopáticas y demás remedios que en el fondo no son más que placebos.

Me parece una campaña admirable y pido a los promotores que continúen con ella, que vayan adelante contra todos los placebos que nos rodean en el mundo: la religión es placebo; el fútbol en el que ahora vivimos empantanados, placebo también; la enseñanza, tras la razzia socialista de finales de los ochenta, placebo de placebos; la política -a la vista están los resultados- supremo placebo; la medicina misma, gracias a la triste situación de muchas universidades -docentes mileuristas de contrato precario, bibliotecas infradotadas, laboratorios con menguados fondos-, ¿no tendrá mucho de placebo? ¿No será al fin el sistema de farmacia todo, los visitadores, multinacionales y oficinas, un grandísimo placebo?

Ánimo, que trabajo no es que falte.


2 comentarios:

  1. En los soportales de Aguilar hay una farmacia que siempre tiene a la puerta un panel de anuncios como el que estilan tener los restaurantes. Siempre me fijo porque no suele tener desperdicio. El otro día ponía: pulseras para el equilibrio en oferta. ¡Qué sinvergüenzas más graciosos!, exclamé para mis adentros. Y de paso pensé en hasta donde puede llegar la necesidad de ser engañado que tiene la naturaleza humana. Porque reconoceréis que hay que echarle fantasia a la vida para soportar la creencia de que una pulsera te puede ayudar a no perder el equilibrio. Y cosas por estilo todos los días... y no sólo en las farmacias.

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  2. Nada, haznos una foto de la farmacia y la ponemos en el blog. "De algo hay que vivir y no saben qué inventar", que diría mi abuela.

    Yo de placebos tampoco puedo hablar mucho, porque los he probado todos (a lo mejor por eso hablo): he sido de una secta, me he apuntado a la astrología, la aromaterapia, el reiki, la acupunctura, el sicoanálisis, me he dejado echar las cartas, leer la palma de la mano y más que no me quiero acordar.

    Desde luego que hay que echarle fantasía para creerse en esas cosas, pero para mucha gente es lo único que les mantiene con vida: dime tú qué haría la farmacéutica de Aguilar (tengo poderes telepáticos: sé que es farmaceútica) si no vendiera pulseras de equilibrio: a dónde iría el suyo.

    Una compañera mía de la facultad vivía de lo que daba la farmacia de su madre en un pueblo pequeñito de la meseta. El mínimo establecimiento había dado para comprar una casa palaciega en la aldea, una casa de lujo en el centro de la ciudad y alimentaba a cuatro miembros de la familia que no se cortaban un pelo en apuntarse al mundo consumista que sufrimos. Un día le pregunté si era buen negocio la farmacia, y me respondió: Antes más, porque teníamos un médico bueno. El de ahora es muy malo y apenas nos receta.

    Sin comentarios. El médico era bueno o malo según recetara o no, lo que quería decir que la finalidad de su estancia en el pueblo era mejorar la salud del bolsillo de mi amiga, su madre y toda la familia, no la de los pacientes. "Nos receta" claro, no "les receta". Las medicinas servían ad maiorem gloriam del negocio. ¿Qué más se podía pedir?

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