viernes, 18 de junio de 2010

Yo pecador me confieso a vos...

Lo confieso, hermanos: he pecado. Podéis dejar de leerme, podéis blandir el flagelo, podéis denunciarme al Tribunal de Haya. Ayer, en el restaurante, al leer el menú del día, mi tierno corazoncito sufrió un rebrinco. No había duda: el ideograma de pez + el de capital = ballena. Qué gente ésta. Yo no puedo, ¿o sí? Pues sí: pude. Pedí la ambrosía -ochocientos yenes- y esperé con el corazón en un puño mirando a la puerta del garito, no fuera a aparecer algún compañero australiano y tuviéramos un terrible altercado diplomático.

Oiga, que se ha equivocado, que esto es carne de vaca y además de la más cutre... Que no, que era ballena. Pues nada, lo que sea: si dicen esos jodíos extranjeros que no podemos comerla, que se amuelen y se aguanten. ¿Que tenemos que hacernos enemigos de medio mundo para poder seguir dándonos gustito? Pues se hace, porque somos los más chulos y los más echaos palante.

Además, si bien mirado los ecologistas, los que se juegan la vida por las aguas heladas, también salen con lo suyo. ¡Qué envidia! ¡Qué poético y bonito! Lo que se deben de ligar contando a las chicas estas épicas batallas, el desprecio con el que mirarán al pobre tonto que protesta contra la cría inhumana de pollos, vacas o marranos. ¡Deja sitio en la barra, pringao!

Salí feliz del restaurante. En los quince años que llevo comiendo en él sólo un día he encontrado la maravilla; por el resto de figones, ni eso; en el súper, jamás de los jamases. Las debemos de estar esquilmando. Pobrecitas.


3 comentarios:

  1. ¿Y a nosotros qué se nos da porque haya ballenas o no? Las especies se extinguen y lo mismo que se dice que es una catástrofe se puede decir lo contrario. No es que me las dé de ser un Luciano de Samosata cualquiera, pero argumentos te podría dar unos cuantos en los dos sentidos. Lo que pasa es que el "conservacionismo" se ha convertido en una religión, y, por tanto, con la Iglesia hemos topado. Pero fijate lo que se han conservado las especies en África y lo poco que ello ha servido para que la gente de allí viva, un suponer, como donde se comen ballenas .

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  2. Ese es uno de los grandes temas de nuestro tiempo en el que hay mucha superstición por medio. Yo, personalemente, lucho a menudo contra la de que una lengua perdida es una tragedia para la humanidad. Gracias al cielo mi maestro Ladefoged -maestro no de la carne, pero sí del corazón- escribió un artículo definitivo en Language contra la religión del conservacionismo lingüístico al que ya he hecho demasiadas veces referencia en este blog.

    Con respecto a la arqueología pasa otro tanto de lo mismo: ¿Hasta qué punto Castilla -que es lo que tenemos más a mano- debe conservar toda piedra de más de doscientos años que aparece cuando se cava una zanja? ¿Tienen sentido todos esos archivos y museos variopintos con los que vamos sembrando el territorio?

    Las ballenas. Hay opiniones de todo tipo: he oído quien dice que en algunas especies, depués de la moratoria de los últimos veinte años, se ha alcanzado el techo natural de número de individuos y que si no se las caza morirán por falta de alimento los individuos más débiles o tendrán que adaptarse a colonizar nuevos espacios y se convertirán en plaga. Hay también quien sostiene lo contrario. ¿A quién hacer caso? No lo sé: el debate está tan corrupto por elementos ajenos a la ciencia que es difícil saber cuándo una investigación refleja los hechos o cuando la tiñe la estupidez humana.

    Por eso sólo puedo hablar de lo que veo. A pesar de toda la curiosidad que he sentido siempre por comer la carne del cetáceo, durante quince años no he tenido la ocasión. Eso me dice que, contrariamente a lo que se opina por el mundo, su comercio no será tan florido ni amplio. Un amigo mío capitán de barco -que había participado en la caza de balleneros en aguas del Atlántico sur- se encontró paseando por el puerto de Tokio a uno de los más famosos de los barcos contra los que él se había tenido que enfrentar en años más mozos. Como recuerdo de juventud se quiso llevar una foto y enseguida salió un paisano que se lo prohibió con el argumento de que "era un navío muy señalado". Moraleja: si hubiera cien barcos que se dedicaran a este negocio les importaría un pito que hicieran fotos o no.  

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